Recuerdos Contrabandistas
- 3 septiembre, 2009
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Recuerdo a mi padre llevándonos a la Losilla. Y recuerdo, unas horas antes, nerviosa, cómo mi hermana Mari me pintaba las uñas, las sombras de los ojos de color azul y el lunar cerca de la boca. Mi madre, que se iba a traer a la Virgen, andaba de allá para acá organizando trajes en cada una de las sillas del comedor; claro, con cinco chiquillos aquello era un lío pero era ella la que se encargaba de hacerme el moño, tan tirante que me dolían las sienes, y colocarme las peinetas (gracias Madre).
Recuerdo unos años más tarde, cuando corría por el pasillo de la casa de mi amiga Gema, cuando nos avisaban de que llegaban los Contrabandistas, y yo aplaudía y les gritaba: ¡guapos! (sobre todo a mi hermano) con esa desinhibición que produce la adolescencia, aunque con rabia por dentro por no poder estar ahí, la que era mi Comparsa, la que había mamado desde que nací.
Recuerdo mi vuelta a la Losilla, con mis hermanos mayores, y otra vez con mi padre (gracias Padre). Y le vi orgulloso de que sus hijos siguieran en su Comparsa, la que él había elegido siendo joven, cuando apenas alcanzaba el centenar de socios. Hoy parece mentira: somos una de las Comparsas más numerosas, aunque a veces, sigamos siendo los mismos.
Luego llegaron los amigos de la Comparsa (gracias Maribel), muchos de nosotros hijos de esos primeros socios, y creamos un vínculo muy especial que todavía hoy perdura, que hace que el tiempo no pase, que hace que añoremos el largo día 5, cuando no teníamos otros compromisos y del Pregón nos íbamos a comer a la Comparsa, y luego casi corriendo, llegábamos a casa de Pepe “el de la Salaura” y María Laguna, los abuelos de Maribel, y allí veíamos la Entrada, nos maquillábamos, escuchábamos alguna anécdota festera que nos contaba el abuelo y comenzaba el lento goteo de contrabandistas llegando allí a saludar. Todo el mundo era bien recibido, todos eran amigos: todos éramos Contrabandistas. Entre todos anudábamos pañuelos, colocábamos mantas, redes del pelo, gorros..
Era nuestro ritual. Y lo echo de menos.
Si para muchos festeros el momento mágico es el día 5 de Septiembre, cuando la Banda arranca con su famoso pasodoble, a mí me emociona el sonido del saxo de nuestra Banda de Antella cuando, en solitario, entra en la Iglesia de Santiago el día de la Ofrenda al son de “Agárrate saxo”: es demoledor. Y arranca los aplausos de todos los que allí se congregan. También me gusta esperar a los bloques masculinos de mi Comparsa, al finalizar el desfile, y ver como todos los cabos van entrando a las filas contrabandistas. Me emociona ver como la Plaza de Santiago se llena de Contrabandistas al acabar la Diana y, a la señal del cabo, arrancamos todos juntos hasta la puerta de la Iglesia. Recuerdo la primera vez que escuché el pasodoble 75 Aniversario y me emocioné; y pensé que esa música me acompañaría en muchos momentos especiales de mi vida festera. Y así ha sido.
Ahora, con el paso de los años, soy yo la que “arrastro” a mis hijos hacia la Losilla, orgullosa, y unas horas antes los he vestido, he ajustado la faja de mi hijo, anudado el lazo, colocado el pañuelo; y a mi hija le he hecho el moño, colocado las peinetas, le he pintado los ojos y he ido a ver a mis padres, que esperan ese momento, y el de vernos pasar en su Comparsa: La Comparsa de Andaluces.
Ojalá pueda transmitir a mis hijos el cariño que yo siento por mi Comparsa, y que algún día, piensen en ese momento tal como lo hago yo ahora.