La tradición navideña del “árbol de Navidad”: los abetos

  • 24 diciembre, 2023
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La tradición navideña del “árbol de Navidad”: los abetos

Muchas de las tradiciones que hoy en día son muy populares en estas fiestas navideñas, nos han venido de fuera. Aparecen de repente como modas y se instalan de tal manera que terminamos interiorizándolas, tanto que casi olvidamos su origen. Se mezclan así tradiciones propias con importadas, aumentado la diversidad de celebraciones que poco a poco van haciéndose un hueco en nuestro espíritu navideño: la llegada de Papá Noel o Santa Claus, besarnos debajo del muérdago, regalar y adornar nuestras casas con la flor de Pascua, el cactus de navidad, o el acebo.

Pero como la columna es de botánica nos vamos a centrar en una tradición que tiene poco más de un siglo en España –eso sí, muy anterior a las que hemos nombrado–, como es poner un árbol adornado en nuestras casas, calles, etc.: el árbol de Navidad.

El origen de engalanar con árboles es precristiano. Podríamos remontarnos a los egipcios y babilonios, de quienes se conservan documentos donde se indica que ya en esos tiempos, coincidiendo con el solsticio de invierno, se usaban árboles de hoja perenne como símbolo de renacimiento o regeneración; e incluso se dice que los babilonios dejaban regalos alrededor de éstos como agradecimiento al renacer del nuevo día. Desde épocas ancestrales, el solsticio de invierno es una época de mucha simbología, ya que es el momento que marca el final de la oscuridad y la llegada de la luz.

Muchas culturas lo han celebrado con festivales, rituales o ferias, y todas ellas tienen elementos comunes: las luces y los árboles de hoja perenne. Posiblemente, una de las fiestas más conocidas sean las saturnales, que los romanos celebraban en honor a Saturno en el solsticio de invierno, encendiendo antorchas y adornando las calles y las casas con laurel (Laurus nobilis L.), un arbusto de hoja perenne. 

La leyenda

La historia más extendida sobre la introducción del abeto como árbol de Navidad cristiano se la debemos a los nórdicos. Cuenta la leyenda que un misionero cristiano, llamado Bonifacio, quedó horrorizado por la costumbre de realizar sacrificios humanos delante de los robles, en las festividades del solsticio en honor al dios Thor.

Un día taló uno de estos robles, de hoja caduca, y tras leer el Evangelio lo sustituyó por un abeto como símbolo de paz y lo adornó con manzanas, rememorando así el pecado original del ser humano. Además, este árbol representa la vida eterna, porque sus hojas siempre están verdes y porque su copa se yergue hacia el cielo.

Leyenda o no, la costumbre cristiana de poner un árbol para celebrar la Navidad data del siglo XV y nos viene del norte de Europa. Dos son las ciudades que se disputan el mérito de haber erigido por primera vez un árbol durante la Navidad en una plaza pública: Tallin (Estonia), en 1441, y Riga (Letonia), en 1510. Sin embargo, fueron los alemanes los encargados de popularizarlos, introduciéndolos en las cortes europeas.

Se cuenta, incluso, que la costumbre de poner velas en el árbol se debe al teólogo germano Martín Lutero, ya que las luces de las velas le recordaban el centellear de las estrellas en las noches invernales. 

En España

A España esta costumbre llegó bastante tarde, en 1869, de la mano de una aristócrata rusa, Sofía Troubetzkoy, que casada con un noble español, puso el primer árbol de Navidad en su casa de Madrid; en lo que hoy es la Sede del Banco de España. La belleza y la magia de estos árboles pronto caló en la alta sociedad española y posteriormente se popularizó hasta tenerlos actualmente en casi todos los hogares.

En este momento, adornan plazas y calles en nuestros pueblos, incluso ya han dejado de ser árboles para convertirse en aparatosas masas de hierro con las que se compite por ser cada vez más gigantescass. Se ha perdido, incluso, la simbología de renacimiento que estos árboles tenían al principio, siempre verdes y apuntando hacia el cielo; aunque esto último sí lo cumplen: cada vez más altas, a ver quién puede más. Y es que los seres humanos pervertimos las tradiciones para convertirlas en motivo de disputa… pero, en realidad, esas estructuras no son árboles.

El árbol que cortó Bonifacio aquella primera Navidad correspondía a un abeto, seguramente Abies alba Mill., una especie muy bien distribuida por el norte de Europa, que forma parte del bioma conocido como Taiga.

Abetos en España

Y en España, ¿tenemos abeto? Pues la respuesta es sí, aunque no tantos como para que nuestras plazas y casas estén adornados con ellos. Las poblaciones de Abies alba quedan reducidas a los Pirineos. Pero, por otro lado, hace muy poco tiempo, en el año 2021, se declaró Parque Nacional la Sierra de las Nieves, cuya especie vegetal más emblemática, Abies pinsapo Boiss., es también un abeto, más conocido como pinsapo.

Por ello, en España podemos presumir de dos especies de abetos, que no se pueden cortar, pero sí se pueden adornar. Y no olvidemos tampoco que los “abetos” que se venden en estas fechas en las tiendas pertenecen a otra especie, Picea abies (L.) H.Karst., el conocido abeto rojo, otra conífera emparentada con los abetos verdaderos, pero que resulta muy distinto. Su rápido crecimiento y mayor rusticidad facilitó su cultivo y uso como árbol de Navidad.

Recomendaciones

Recordemos que, una vez terminen estas fechas entrañables, no hay que intentar plantar estos árboles indiscriminadamente en nuestros montes. Primero, porque son plantas alóctonas que no tienen lugar en nuestra vegetación natural y acabarán muriendo en pocas semanas; y, segundo, porque perderemos el tiempo y podemos perjudicar –más que beneficiar– a nuestros bosques autóctonos. Si, aun así, alguien desea intentarlo, que pruebe a trasplantarlos en jardines o terrenos particulares. 

Ahora, cuando veamos estos árboles por las calles de nuestras ciudades no nos quedemos sólo con el adorno luminoso, pensemos en la simbología que tienen: vida nueva, renacer, luz…. Son los árboles que, siempre verdes –siempre vivos–, nos van a acompañar por el oscuro camino de las noches de invierno hacia la luz de los días primaverales. Son nuestros guardianes, por lo que mi deseo de esta navidad es que los protejamos, que protejamos nuestro entorno, que volvamos a contactar con lo que nos da la vida, la Naturaleza, porque eso nos hará más libres.

¡Feliz Navidad!

1 Comments

  • Muy interesante

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