El puente de la normalidad

  • 30 octubre, 2021
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El puente de la normalidad

Mientras Afganistán sigue sumido en el caos impuesto por los talibanes y continúan llegando refugiados a España; mientras vemos como un volcán arrasa literalmente la isla de La Palma, es difícil hablar de vuelta a la normalidad, si es que alguien recuerda qué era la normalidad previa al Covid. Pero así hemos bautizado este puente, el del Pilar, “el puente de la vuelta a la normalidad”, el puente en el que hemos podido disfrutar del turismo, el clima, bares y terrazas, la calle, los amigos, la familia, casi sin restricciones.

La normalidad es distinta según el lugar en el que nos encontremos. Hay una normalidad organizada y una normalidad anárquica. Este fin de semana visitamos el oceanográfico de Valencia. Allí la normalidad era organizada. Por los altavoces del recinto eran continuos lo recordatorios del uso de mascarilla, puntos con gel hidroalcohólico cada pocos metros y en la restauración, aún con colas, comida en la calle, puestos de granizados etc; se imponía la distancia social dejando mesas de separación y ningún contacto con los alimentos en los autoservicios.

Normalidad organizada es la que se trata de mantener en las celebraciones de fiestas populares, moros, cristianos y viceversa. Tan reglamentados, tan sometidos a normas que casi sería imposible celebrarlos. Pero el caso es echar a andar, o a desfilar, que es importante la recuperación del sector dedicado a las artesanías varias que implican las mencionadas celebraciones. Una vez puestos, vemos que muchas de esas exigencias quedan sólo sobre el papel. Recorrido delimitado sí, mascarillas los que desfilan sí, pero ni todo el público está sentado ni a todos se les ha controlado la temperatura, ni todos llevan mascarilla ni respetan la distancia social.

Vuelta a la normalidad con el regreso de la feria de atracciones de Villena, que por fin está con nosotros para disfrute más de pequeños que mayores. Aquí la normalidad era algo más anárquica. El uso de la mascarilla a discreción. Una amplia mayoría no la lleva, otra parte la lleva por debajo de la nariz y los menos circulan con la mascarilla puesta. Distancia social, ninguna, porque hay que ir sorteando grupos de gente concentrada delante de las atracciones y paseantes. Ha estado bien la iniciativa de no distinguir tarifas entre viernes y resto de días para evitar las concentraciones de público, pero no sé si ha sido eficaz. Y desde luego, el precio de las atracciones no es muy popular. Si es cierto que se van a repartir invitaciones para la feria en los colegios, alabaré la iniciativa porque así lo merecen los más pequeños que han interiorizado las normas anti covid bastante mejor que los adultos. Los críos por instinto se aferran a lo que les proporciona seguridad y en muchos casos, ese elemento seguro es la mascarilla.

La normalidad ha traído de vuelta macrobotellones, macrofiestas, aunque éstos no han entendido mucho de restricciones. No son una explosión de júbilo ni un canto a la libertad. Existían antes y continúan existiendo. Han vuelto para quedarse, sólo que ahora son noticia. Difícil contenerlos salvo por la vía de la sanción que no es especialmente disuasoria.
Aunque después de estos dos años difíciles, algo habremos cambiado, digo yo. Que estar en casa no sea una imposición nos hace disfrutar más de los ratos que pasamos en ella. Levantarte tarde, dormitar en el sofá, leer, ver la tele, estudiar, trabajar…Pero como todo, demasiado apego a la casa puede ser consecuencia de haber desarrollado una fobia social. Cuidado. Salud mental, importante.

Buscamos el disfrute de los entornos naturales, al aire libre, espacios abiertos. Pero ojo con no ser responsables y cuidadosos con la madre naturaleza que ya nos está dando toques, y toques de importancia. La madre tierra no se está andando con chiquitas.
Proliferan los aficionados a los deportes de exterior. Bien, más voces que se suman a la reivindicación de una pista de atletismo en condiciones para nuestra ciudad. Espero.

Y mientras esperamos la llegada del próximo puente, el de Noviembre, y parezca que nada tenga que ver la velocidad con el tocino, aquí un servidor queda sumido en el análisis de las que creo que son mis secuelas post covid. Mi nueva normalidad. Dolor de cabeza intermitente, memoria selectiva y escasa y nada de filtro al verbalizar hechos, sentimientos y opiniones. Secuela o la experiencia que te da la edad, todo pudiera ser. No en vano ya hemos pillado los 50.

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