De calabazas y tradiciones

  • 30 octubre, 2021
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De calabazas y tradiciones

El otoño es tiempo de calabazas, y si alguien no se había percatado nos lo recuerdan en todos los medios con las famosas calabazas de caras tenebrosas que se tallan para festejar Halloween. Vaya por delante, y siguiendo el lenguaje botánico, que estamos ante una festividad alóctona (ajena a nuestra cultura mediterránea), que se ha introducido y se ha convertido en invasora, y como todas las invasoras pierden algo de su idiosincrasia. Fuera de su lugar origen –que no es Estados Unidos, sino en norte de Europa– se ha convertido en una fiesta divertida donde niños y no tan niños se disfrazan de personajes fantasmales para asustar a los demás, de manera que se trivializa la muerte en una noche con mucho significado mágico. El propio nombre Halloween es la contracción de All Hallows’ eve, que significa “víspera de todos los santos”, por lo que tiene un carácter místico que comparte con otras celebraciones de otras culturas en la noche donde desaparece el límite entre el mundo de los vivos y de los muertos; y en la que, por tanto, hay que protegerse.

Pero vamos a hablar de calabazas. Halloween ha popularizado estos frutos grandes y de color naranja, de la familia de las Cucurbitáceas, que vaciados se esculpen con caras monstruosas y se utilizan a modo de farolillo, colocando una vela dentro y poniéndolos en las ventanas para ahuyentar a los malos espíritus que pretenden entrar en nuestras casas. El origen de esta manera de celebrar la noche de los muertos está en los pueblos celtas del norte de Europa, que se conocía con el nombre de Samhain; pero éstos utilizaban nabos (Brassica napus L.) como farolillos con el mismo fin, tradición que se mantiene incluso en algunos pueblos del norte de España donde todavía se siguen utilizando en la noche de Todos los Santos, que estamos a punto de celebrar. Cuando los irlandeses, migran a tierras americanas, huyendo de la gran hambruna producida en su país y en parte de Europa por la pérdida de las cosechas de patata que originó el hongo Phytophthora infestans (Mont.) de Bary (la podredumbre de la patata, el hongo que cambió el destino de una nación y casi de un continente), no tenían cultivos propios de nabos. Lo que era muy fácil de encontrar eran calabazas, como Cucurbita maxima Duchesne ex Lam. o C. pepo L., pertenecientes a un género de plantas originario de América, que como la mayoría de las cucurbitáceas son enredaderas con zarcillos, tallos volubles y grandes hojas con un tacto áspero por la presencia de pelos rígidos. Con estos grandes frutos parcialmente huecos imitaban los tradicionales farolillos de nabos, rememorando sus costumbres ancestrales; nunca pudieron imaginar que serían los “faroles calabaza” los que se harían universales.

Aunque el género Cucurbita L., es un género americano, en Europa ya existían algunos géneros de calabazas, la más conocida es la calabaza vinatera o del peregrino, Lagenaria siceraria (Molina) Standl., de origen afroasiático, que ha sido muy utilizada en la cuenca del Mediterráneo desde la antigüedad. Su principal función fue como recipiente para líquidos, casi siempre agua o vino; incluso se han utilizado como flotadores, y a todos nos viene a la cabeza la calabaza colgando del cinto del peregrino en el camino de Santiago. Su sabor amargo y su pulpa poco nutritiva no las hacían apreciables para el consumo; así, algunos refranes españoles hacen referencia a estas características: “La calabaza, lo mismo hace en la tripa que en la plaza”. 

Por último, también es muy conocida la expresión “dar calabazas”, que tiene que ver con esta calabaza europea, ya que, los antiguos griegos le atribuían un efecto antiafrodisiaco, por lo que dar calabazas se consideraba una invitación a dejar las pretensiones de un posible amorío. En algunas zonas españolas, cuando se presentaba un pretendiente, si se le acogía con un fuego cálido era bien recibido y si se le servía un plato de calabaza, ya sabía que allí no habría nada que hacer. En el sentido de bajar la libido, se recoge en los escritos la presencia de pipas de calabaza como cuentas del rosario, para alejar los pensamientos pecaminosos. El concepto de rechazo es extrapolable, a las expresiones que han aparecido posteriormente, como “darte calabazas” cuando has suspendido una materia.

A esta familia le debemos la gran variedad de calabazas que se cultivan actualmente y, además, los calabacines, las sandias, el pepino, la lufa (la esponja vegetal) o el melón. Con este último hay un refrán muy curioso, que hace referencia a que el melón es poco aparente y muy sabroso, mientras que la calabaza es muy aparente pero poco sabrosa, aun siendo de la misma familia botánica. “Te juzgué melón y me resultaste calabaza”… Moraleja: no se debe juzgar por la apariencias.

Cucurbitáceas http://www.floraiberica.es/floraiberica/texto/pdfs/03_069_00_CUCURBITACEAE.pdf

Lagenaria siceraria http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-uso-de-la-calabaza-del-peregrino-lagenaria-siceraria-en-espana/html/

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