El peor insulto

  • 12 noviembre, 2025
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El peor insulto

Cabrón, hija de puta, desgraciado o imbécil son algunas de las muchas palabras -reconocidas por la RAE- consideradas insultos. Suelen ser dichas en estado de cierto nerviosismo y siempre con la intención de ofender a quien las recibe. Quiero creer que a nadie le gusta proferir insultos ni, mucho menos, recibirlos; lo que sucede es que las circunstancias juegan su papel y una situación tensa, mal gestionada, los aflora y puede derivar en amenazas e, incluso, violencia.

De todas formas, hay un insulto peor a los referidos. Un insulto que puede no parecerlo cuando se pronuncia y que debería ser demoledor. Se trata de la palabra mediocre asimilada a estupidez e ignorancia, pero es mucho más. 

Es sabido que nadie nace sabiendo y que la Humanidad pasó de ser una especie en vías de extinción a convertirse en la primera de todas las que viven en este planeta. ¿Cómo lo consiguió? Con lo único que poseíamos: la inteligencia, esto es, la facultad que aquellos seres humanos tenían -y que todavía tenemos- para analizar el siempre hostil medio geográfico en el que estaban inmersos y sobrevivir en él buscando soluciones empezando por la utilización de herramientas; en otras palabras, la inteligencia nos ubicó ante un problema, lo analizó y trató de salir airosa encontrando soluciones que podían modificarse si la eficacia de estas no era suficiente. 

Nuestros antepasados podrían ser muy primitivos, pero, desde luego, no eran mediocres porque su existencia estaba en juego y sabían perfectamente que la ignorancia era su principal enemigo. Compartir información en el grupo fue otro factor fundamental para alejarse de la supervivencia.

Reconozcamos que, bien metidos en esta centuria, la difusión del conocimiento ha sido un logro social: como institución, el sistema educativo es una magnífica oportunidad para que la ciudadanía alcance, al menos, cierto grado de contenidos que les servirán en su vida futura tanto en el ámbito individual como en el colectivo. Una persona bien formada redundará favorablemente en el devenir del grupo humano en el que se encuentre. La familia, las amistades, los medios de comunicación y las redes sociales son también posibilidades para alejarse de la estulticia con la que nacemos.

Por estos motivos que a estas alturas aparezcan personas mediocres es para rasgarse las vestiduras porque son gente que, en un momento histórico en el que la información veraz está al alcance, no ha aprovechado las posibilidades de conocimiento y, por consiguiente, no posee criterios propios, no sabe ubicarse en la vida ni -mucho peor- gestionar acontecimientos. Aquí llegamos al quid de la cuestión: una persona mediocre rezuma estupidez e ignorancia y, puestos en el peor de los escenarios, si llegara al caso de tener responsabilidades administrativas o políticas…

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