De lectores y escritores
- 9 junio, 2025
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Hay escritores que, con toda la razón, afirman que la posibilidad de compartir un momento con los lectores de sus novelas es uno de los motivos principales por los que se dedican a este oficio tan bonito como la mayoría de las veces solitario. Sin embargo, estando de acuerdo con ellos, hay, al menos para mí, otro motivo que da sentido al hecho de sumergirse en el mundo de la escritura: conocer a otros escritores, cambiar impresiones con ellos, presumir de su amistad.
Las últimas semanas han sido para mí muy intensas en ese aspecto. He tenido la oportunidad de reunirme con amigos y compañeros de fatigas en el arte de crear historias. La primera de esas reuniones, fue la Feria del Libro de nuestra ciudad, celebrada el 12 de abril en el Mercado Municipal, en lugar de la Plaza de Santiago ante el pronóstico de una lluvia que terminó apareciendo.
En ese sentido, hay que aplaudir la capacidad de improvisación y organización del personal de las Bibliotecas con su director a la cabeza, así como también del Ayuntamiento al tener que cambiar la ubicación con apenas unas horas de margen. En dicha cita, pude reencontrarme con escritores y lectores en una mañana donde el libro fue el gran protagonista.
Una semana más tarde y al calor del Mediterráneo, viví de una manera diferente uno de los tantos encuentros que he tenido a lo largo de los años con Ismael Santiago. A Ismael me une un vínculo muy estrecho desde que la Asociación de Comerciantes de Villena nos juntara en una mesa redonda allá por 2016, dentro de su campaña «Los escritores Vi son un premio para ti».
Desde entonces, hemos colaborado en diferentes proyectos, nos embarcamos casi de la mano en el inescrutable mundo de la publicación en Amazon e incluso tuve la oportunidad de estar presente en uno de los momentos más importantes de su vida: la concesión del premio literario que organiza esta multinacional, en su edición de 2019. La nuestra, es una amistad sincera en la que la diferencia de edad nunca ha sido un obstáculo.
Justo otra semana después, en un viaje que se suponía relámpago a Barcelona —pero que terminó alargándose a causa del gran apagón—, visité y comí con Jorge Larena, escritor de aquella ciudad pero que tiene lazos emocionales y personales con nuestra ciudad. El azar quiso que un libro suyo, Sombras de otoño, cambiara de manos en el Camino de Santiago y el Club de Lectura de las Bibliotecas lo leyera primero e invitara más tarde a este autor que consiguió ser finalista del Premio Planeta con dicha novela.
Otro premio, en este caso el Amalio Gran, nos brindó la ocasión de conocernos —con la inestimable colaboración de Ana Valdés, todo hay que decirlo— y el flechazo, como se suele decir, fue instantáneo. Congeniamos al momento y no lo dudó ni un segundo cuando le propuse acompañarme a la mesa en la presentación de mi libro El mar cuando nos habla, aunque eso supusiera recorrerse los casi quinientos kilómetros que separan Villena de Barcelona para volverse a casa en menos de veinticuatro horas.
Presentamos juntos más tarde una novela de cada uno, Las ocho damas en el caso de él y Haunted Creek en el mío, también en nuestra ciudad, por lo que devolverle visita era un compromiso adquirido que más pronto que tarde debía cumplirse. Así que fue en ese viaje relámpago que terminó no siéndolo donde nos reunimos de nuevo con la literatura como excusa y la buena gastronomía como telón de fondo.
Y sin casi tiempo para cambiar las maletas tras el famoso apagón y las peripecias sufridas para poder regresar a Alicante, me puse rumbo a Sevilla, donde me esperaban dos intensas jornadas de libros, dentro de un congreso de autores autopublicados que se celebró en la capital andaluza a la ribera del Guadalquivir. De este congreso saqué grandes lecciones y pude conocer a gente de España y del extranjero que, como yo, trata de hacerle un hueco a las historias que escribe, trata de llegar a más lectores porque, como decía al principio, ellos son una parte esencial de que nos dediquemos a este oficio tan bonito y casi siempre tan solitario.