Copiones informáticos
- 2 julio, 2010
- Comentarios
Junio es mes de exámenes, como lo es también septiembre, al que se le ha dedicado incluso canciones, pero unos y otros se afrontan de diferente manera por los esforzados y no tan esforzados estudiantes. Las pruebas de junio se encaran con la esperanza de que todo vaya bien y se pueda tener un verano tranquilo; las de septiembre, por el contrario, con el fastidio de no haber hecho antes los deberes y que dicho verano resulte cualquier cosa menos tranquilo.
En las de junio se lleva la palma la selectividad. A través de los medios vemos, en los que se ha convertido ya en una tradición, a nuestros jóvenes estudiantes dispuestos a enfrentarse a la madre de todas las pruebas, esa que les permitirá o no acceder a la carrera universitaria deseada. La televisión, por ejemplo, nos muestra las horas previas, los nervios, las preocupaciones, pero también nos muestra los métodos, cada vez más sofisticados, que emplean los futuros universitarios para copiar.
Incluso eso de copiar, lo que comúnmente hemos llamado siempre hacer chuletas, tenía su aspecto romántico. Quien más, quien menos, guarda alguna anécdota que contar al respecto y sabe de lo que hablo. Las diversas y, a veces, trabajadas maneras de ocultar la chuleta de turno, resultaban en ocasiones asombrosas. Pero tenía su lado bueno, ya que contribuía a desarrollar la creatividad del estudiante e, incluso, en algunos casos y sin que fuera consciente de ello, a fuerza de copiar en pequeños trozos de papel o en su propia piel las respuestas a las preguntas del examen, el “chuletero” de tuno terminaba por aprendérselas.
Sin embargo, todo eso ha cambiado en los últimos años. El “noble” arte del chuleteo no podía quedarse al margen de las nuevas tecnologías que, como es sabido, han irrumpido en la sociedad para colarse hasta el último rincón de nuestras vidas. Lejos de rechazar cualquier ayuda tecnológica, el estudiante de hoy se ha abandonado a una orgía de bits, pdfs, mp3 y demás soportes informáticos.
De hecho, las webs especializadas en el asunto, hacen su agosto en pleno junio gracias a todos esos desesperados adolescentes que buscan en el atajo fácil pero vacío de la trampa, lo que no pudieron o no quisieron lograr con el esfuerzo. Unos auriculares estratégicamente ocultos bajo la melena o el uso de una tinta invisible sobre el brazo que se vuelve legible con la ayuda de un bolígrafo de luz ultravioleta, son técnicas habituales en los últimos tiempos. Unas técnicas que, tecnología aparte, no son diferentes a las antiguas pero que, no obstante, privan al estudiante de la creatividad del pasado.
Pero no es nada de lo que haya que sorprenderse, esta situación no es más que el fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos, al menos la que nos muestran los medios; una sociedad en la que se busca el atajo fácil pero vacío con tal de alcanzar el éxito; una sociedad alejada del esfuerzo, la sociedad del Gran Hermano y las perejiladas de media tarde , la de la información, la de los miles de bits de memoria y que, sin embargo, olvida muchas de las cosas que la hicieron crecer en el pasado.