29 S (La huelga)

  • 1 octubre, 2010
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29 S (La huelga)

El pasado 29 de septiembre los Sindicatos convocaron una jornada de huelga general en todo el país. Es sabido que la llamada huelga general tiene como fin el hecho de paralizar en lo posible el entramado laboral con su repercusión en la vida cotidiana. Existen, también, los llamados servicios mínimos, que tienen por objeto dar cobertura a emergencias que puedan surgir, sobre todo en sanidad, transportes, etc. En un sentido literal, la huelga, cualquier huelga, es un movimiento de reivindicación y protesta ante lo que se considera injusto, desproporcionado o que atenta a derechos adquiridos en cualquier ámbito (laboral, educativo, social…); estamos, por tanto, ante una herramienta de que dispone la clase trabajadora, estudiantil…, para hacerse notar y tratar de reconducir una situación que es desfavorable para los intereses de los propios huelguistas. Bien, esto es a bote pronto, una huelga. Hay que añadir que el paro puede ser variable, desde una jornada única hasta indefinida; por sectores productivos (funcionarios, controladores, transportistas, mineros…), etc. Una vez dibujado el marco, vayamos a algunas consideraciones, fruto de mi visión de esta realidad y, por supuesto, discutibles.

       Primero. Mi apoyo a dicha huelga porque comparto las tesis que han defendido los sindicatos. Me parece que protestar por el giro de 180 grados que ha dado el Gobierno actual en su política económica y laboral es legítimo y digno de aplaudir.

       Segundo. Los sindicatos están sometidos a un ataque furibundo y frontal por parte de los sectores conservadores y más reaccionarios con el fin de desacreditarlos y, en última instancia, verlos desaparecer.

       Tercero. Me resulta bastante difícil de admitir que amplias capas sociales que están sometidas a estos “ajustes” -atropellos empresariales, paro, marginación…– sean los que critiquen con mayor ferocidad a dichos sindicatos, haciendo el juego perfecto a los patrocinadores de los “ajustes”.

       Cuarto. Es opinión extendida, maliciosamente extendida, que los sindicatos -entiéndase los llamados liberados- son un hatajo de vagos y maleantes que viven del cuento. Opinión, por cierto, ampliamente difundida por medios de comunicación y autoridades autonómicas cuyo fin es, otra vez, desacreditar su labor.

       Quinto. Hay gente que manifiesta que todo esto de las huelgas son cosa antigua y de países pobres que no saben “canalizar” de otro modo sus reivindicaciones. Muy bien: Francia, donde se celebra el mayor número de huelgas y manifestaciones es, señoras y señores ¡¡un país bananero y atrasado!!.

       Sexto. Los piquetes. Hemos nombrado a “la bicha”. Ya salió. En esta huelga el foco de atención  ha estado en los llamados “piquetes informativos”, criminalizándolos al máximo con el fin de centrar la atención en los “rifirrafes” con la policía, como si la inmensa mayoría hubiera sido así. Está claro que para los medios es mucho más “sabroso” el enfrentamiento con los antidisturbios que las múltiples concentraciones en las que no ha ocurrido nada destacable. Este juego ya nos lo sabemos de memoria, es muy viejo. Les recuerdo que en la primera Guerra del Golfo, el protagonista fue un pájaro embadurnado de petróleo, enmascarando los cien mil muertos iraquíes. A otro perro con ese hueso.

       Séptimo. Los sindicatos, se dice, no me representan. Muy bueno. ¿Y los partidos políticos que elegimos cada cuatro años?, ¿sí?, ¿de verdad se cree esta infamia?. Porque si es así el PSOE nunca debería de haber cambiado de ruta, nunca dijo que iba a tomar medidas tan impopulares, yo no lo recuerdo, a lo mejor usted sí.

       Octavo. Muchas personas no apoyaron la huelga, simplemente, porque no se consideran, digamos amablemente “obreros”. Vamos a ver si nos aclaramos: toda persona que pone en juego su trabajo por un salario es trabajador a cuenta ajena. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Mire, un médico, un profesor, un catedrático, un maestro, un barrendero, un mecánico, un zapatero, un empleado de banca, un jardinero del Ayuntamiento y un largo etcétera… todos ellos y ellas son ¡obreros y obreras!. ¿Que no le gusta la expresión?, ¡disfrácela!, ¡créase que es diferente, si eso le hace más feliz!. En el fondo, trabajador; unos ponen su fuerza física y otros su fuerza, digamos, intelectual.

       Noveno. Se ha dicho hasta la saciedad, y ha tenido su calado, claro, que, si está tomada la medida por el Gobierno, con la huelga no se va a conseguir nada. Respuesta simple: la peor huelga es la que no se hace. Sin comentarios.

       Décimo y último. Me parece gravísimo y de una ligereza sin nombre que conquistas sociales que han costado vidas humanas durante muchos años de lucha contra viento y marea, se dejen perder impunemente por todo lo anterior expresado. Coja a su hijo o hija y dígale a la cara que los beneficios de los que usted ha disfrutado hasta ahora, es posible que se pierdan.  

       ¡Dígaselo!.

                                                            Francisco Tomás Díaz

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