Y vinieron de América: Los amarantos

  • 17 agosto, 2025
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Y vinieron de América: Los amarantos

Cuando hablamos de las plantas que trajeron de América, pensamos en aquellas que, de manera consciente y observando el uso que se les daba en el continente americano, fueron importadas a Europa, donde se han cultivado profusamente desde entonces, mejorando sus variedades para adaptarlas al gusto del consumo humano: patatas, pimientos, la mayoría de las judías, tomates, calabazas y un largo etcétera. Ante esto es lógico preguntarse: ¿qué comíamos antes del descubrimiento de América? Pues ajos, cebollas y también berenjenas, que llegaron por vía terrestre desde Asia.

Pero, siguiendo con las que llegaron de América, debemos decir que no sólo las especies elegidas viajaban en los barcos. Desde ese lejano continente —con el que un día Colón se topó mientras buscaba “la tierra de las especias”— llegaron también otras muchas. Y es que las plantas han sido motor de muchos descubrimientos. Algunas de esas especies cruzaron el océano como polizones, y aún hoy continúan llegando. Son numerosas las especies americanas naturalizadas, que no han sido introducidas intencionadamente, en nuestro entorno; sin ir más lejos, las conizas y el estramonio quizá sean de las más conocidas, porque las plantas no entienden de fronteras y aprovechan todas las vías de dispersión que tienen a su alcance.

Hoy vamos a hablar de otras americanas que pasan más desapercibidas: los amarantos. Los vemos cada verano invadiendo los campos de cultivo de regadío, los alcorques de nuestros parques y jardines o los resquicios de las aceras. No tienen flores con la coloración típica de otras plantas, sino que su perianto —así se llama a la parte no fértil de la flor, que incluye pétalos, sépalos o tépalos— es de color verdoso y, en la mayoría de los casos, con una sola vuelta. Como diría un botánico, presentan un perianto sepaloideo, porque se asemeja más a un cáliz que a una corola. Aunque algunos también pueden mostrar tonos rojizos, como sucede con ciertas variedades cultivadas, por ejemplo, Amaranthus cruentus L.

Las especies que encontramos en nuestro entorno son plantas anuales de la familia de las amarantáceas, todas ellas de color verde. Algunas pueden ser rastreras, como Amaranthus muricatus (Moq.) Hieron o A. blitoides S. Wats; otras son más altas y presentan las flores reunidas en una espiga terminal, como Amaranthus hybridus L. o A. retroflexus L.

Como hemos comentado, seguramente estas plantas llegaron a nuestro continente como polizones junto a otras especies valoradas para la agricultura, y no solo las acompañaron en su largo viaje, sino que también aparecen junto a ellas en los cultivos actuales. En estos días se están recogiendo las patatas en nuestra localidad, en las zonas bajas de los valles y en la huerta villenera; y, junto a estos cultivos, crecen muchos de estos amarantos. Tienen semillas pequeñas, negras y brillantes. En estos casos, las semillas no se consumen como alimento, aunque sí lo son las hojas frescas, que en América se han utilizado como verdura durante siglos. En cambio, las especies que se cultivan actualmente se destinan a la obtención de grano, con el que se elabora una harina muy apreciada por su alto valor nutricional y su notable contenido proteico.

Se sabe que los aztecas elaboraban pastelillos de amaranto que permitían a los ejércitos marchar todo el día. Según los cronistas españoles, estos alimentos se mezclaban con sangre de víctimas en rituales. También los incas valoraban mucho esta harina. Los conquistadores españoles rechazaron su consumo y cultivo, ya que se utilizaba en rituales religiosos y, al no aparecer mencionada en la Biblia, la consideraban una planta poco fiable. Así, su uso y cultivo fueron reduciéndose poco a poco, hasta casi desaparecer.

Estas plantas también se conocen como bledos, de ahí la expresión “me importa un bledo”. Actualmente, en nuestra agricultura, no tienen gran relevancia en el consumo humano. Sin embargo, no deberíamos perderlas de vista: soportan bien el cultivo de verano, realizan un tipo especial de fotosíntesis más eficiente, llamado C4, y, con esto del cambio climático, es probable que terminemos comiendo bledos… y entonces sí que nos importarán.

Últimamente también nos ha llegado de América, de momento para la venta, una espcie del género Chenopodium L., otro de esos géneros que, como los amarantos, aparecen como hierbas arvenses en los cultivos. Es la quinoa (Chenopodium quinoa Willd.), una semilla a la que se atribuyen muchos beneficios como “superalimento”, aunque, en mi opinión, es más la novedad y el marketing que la realidad. No deja de ser un grano con sus propiedades, pero que están al mismo nivel o incluso por debajo de muchas semillas de nuestra dieta mediterránea.

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