Sobre estas ruinas…

  • 12 diciembre, 2025
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Sobre estas ruinas…

He pasado un fin de semana soleado y tranquilo en Aigües, tiempo para  restaurar el ánimo y  eliminar el ruido mental, tiempo para el descanso. En la mejor compañía,  hemos reído, hemos comido muy bien y hemos paseado para conocer, si bien de forma somera, los encantos de la población, la naturaleza que la envuelve, el lavadero bien conservado y expuesto como la joya que es,  y por supuesto el edificio, ahora ya en ruinas, del Preventorio de Aigües.

Fue construido primero como hotel-balneario  titulado “Hotel Miramar Estación de Invierno”, por su dueño y promotor, el Sr. Conde de Casa Rojas (y Marqués del Boscha) aprovechando las aguas termales de la zona. Dicen que el marqués lo perdió en una partida de póquer. 

Después, ya como Preventorio, fue  espacio destinado al cuidado y recuperación infantil en una época en la que enfermedades como la tuberculosis marcaban la vida de innumerables familias. Hubo épocas en que no sólo había niños enfermos sino también, en su mayoría, niños a quienes se mandaba al preventorio para fortalecerlos,  porque allí la comida estaba asegurada en una etapa de nuestra historia dominada por la escasez

Por pura casualidad nos encontramos con el estreno, en el propio Agües, de un documental, Las voces del Preventorio, de F. Carlos Campillo,  vecino de la población preocupado por su historia y por desmitificar esa leyenda oscura que se cierne sobre la construcción, y  que recoge testimonios de gentes que  conocieron  el edificio en funcionamiento, bien como pacientes o como trabajadores. En una población predominantemente agrícola, la existencia del hotel/preventorio supuso trabajo para muchos de sus habitantes.

Este nuevo documento gráfico es sin duda un auténtico logro si consideramos que hasta hace muy poco la única información sobre el edificio solía  estar asociada a supuestos fenómenos paranormales: voces que se escuchan entre los pasillos, sombras que se cruzan de una habitación a otra, y figuras que, cuentan algunos, se dejan ver entre los huecos de las ventanas derruidas. Estas historias, más propias del morbo viral que de la investigación histórica, atraen a curiosos en busca de ecos, susurros o grabaciones nocturnas.

La información disponible en redes sobre el Preventorio es  escasa, aunque hoy día ya aparece en Wikipedia. El documental, sin duda, devuelve humanidad a lo que hoy muchos reducen a una ruina turística para hacerse fotos inquietantes. Ojalá pronto su autor lo difunda para que sea accesible a los curiosos

 Pero frente a esos muros,  resucitan además,  los ecos  propios de mi infancia. Y no puedo evitar pensar en la Colonia de Santa Eulalia, devorada por la dejadez, el olvido y el abandono institucional. También allí se habla de fantasmas, figuras reflejadas en cristales y pasos imposibles. Y, sin embargo, lo verdaderamente extraordinario no está en las psicofonías populares, sino en su legado truncado: una colonia industrial del socialismo utópico, envuelta en una historia de amor y traición entre los condes a quienes se debe su  construcción. Una joya histórica convertida en escombro por la desidia.

Me vienen recuerdos de las travesuras compartidas con mi prima, escalando a la cima de  las torres de alpaca, la emoción de descubrir, sin medir demasiado el peligro, como aquel día en que, sin querer, pisamos un panal de avispas en un tejado y yo fui quien se llevó la peor parte por mi miedo a las alturas mientras “mi salvadora” corría a pedir ayuda a los adultos responsables. También las incursiones al palacio residencia de los condes y en el teatro, entonces abandonado pero sin duda, en mejor estado que el que tiene ahora, en este momento en el que se mantiene en pie de puro milagro. Imagino que, como ocurrió en la colonia de Sierra Salinas, cuando se terminó el trabajo, sus pobladores abandonaron las viviendas y las tierras, lo que sin duda supuso el agravamiento de su deterioro. 

Santa Eulalia no necesita cazafantasmas: necesita archivo, investigación, inversión y voluntad política. Necesita que dejemos de mirar sus ruinas como atrezo. Allí se grabó La Alquería,  y empecemos a verla como lo que es : piezas de un pasado que explica quiénes fuimos y, por extensión, quiénes somos.

La historia se derrumba ladrillo a ladrillo, silencio a silencio, clic a clic. Desconozco si existe algún colectivo, proyecto futuro etc. respecto a Santa Eulalia. Sin duda una restauración completa será difícil si es cierto que comparten titularidad Sax  y Villena, y surgirán diversos problemas legales, imagino también, sobre la propiedad no ya sólo de los edificios principales, incluidas la fábrica de harinas y alcohol, sino también sobre las viviendas. 

Pero algo habría que hacer porque la memoria personal es tozuda: encuentra refugio en cualquier ruina. Pero la memoria colectiva, cuando nadie la protege, desaparece.

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