Si la muerte pisa mi huerto (J.M. Serrat)

  • 29 junio, 2023
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Si la muerte pisa mi huerto (J.M. Serrat)

Hoy me he caído. Literalmente. Me he pegado un talegazo importante en una de LAS CALLES DE MI VILLENA en obras. Puede que mi torpeza unida al precario estado del pavimento, levantado y parcheado, haya sido el motivo último de mi tropezón y desplome. Pero que nadie se eche las manos a la cabeza, esto no pretende ser una crítica a las obras urbanísticas que nos “invaden” por doquier, vía pública y parques todos. Ni siquiera me he planteado iniciar un expediente de responsabilidad patrimonial frente a nuestro Muy Ilustre, ya constituido. Quizá en otra ocasión, pero no en ésta. No en ésta en la que me puede la desgana, ando tristón y con la cabeza en ese cielo que quiere llenarnos de esperanza, el cielo en el que, de existir, nos volveremos a encontrar con aquellos a quienes quisimos en este mundo terrenal.

El caso es que la caída me ha dejado físicamente resentido (tobillo, muñeca, rodilla y hombro) pero en realidad la verdadera caída, el desmoronamiento, se produjo hace apenas dos semanas, y se fue agravando con el paso de los días. Y es que, aunque la muerte siempre anda acechando, nunca se la espera ni es bienvenida. Y en apenas esas dos semanas, se nos ha llevado a algunos amigos, directos o indirectos, compañeros, todos apreciados.

La partida de quienes nos han dejado sin aviso previo, nos ha cortado la respiración, el aire y el alma. La esperada, esa que de hace tiempo sabíamos que tenía que llegar, no por ello ha sido menos dolorosa.
Porque toda muerte es dolor, aunque serán las circunstancias en las que se produzca, las que marcarán la forma y el ritmo en el que los vivos, los “abandonados”, sabremos llevar la soledad y la pena.

Por eso hoy incluso agradezco este dolor físico que me aqueja, el que con ibuprofeno y paracetamol, puede aliviarse, porque el dolor moral y psíquico, ese, que empezó días atrás, poco alivio tiene, salvo esperar. Las familias, los amigos, podemos arropar, acoger, pero el proceso de sanación, que no curación, lo tiene que soportar el que sufre. Una amiga me dijo que “nunca se olvida, pero se aprende a vivir con ello”.

El tiempo no siempre lo cura todo. Puede que aminore el daño o nos ayude a cicatrizar mejor o peor las heridas, que siempre dejan secuelas.
Aunque soy mayor-joven, todavía llegué a conocer aquellos lutos, la ropa negra y el silencio en las casas dónde alguien había fallecido. Una forma extraña, imagino que respetuosa, de simbolizar el dolor y tal vez aumentarlo de manera insana, para dejarlo dentro del alma.

Ahora que hemos aprendido a sacar y compartir la pena, a reconocer el bloqueo que nos ha producido una muerte, ahora, entendemos la necesidad de asociaciones y personas que, en nuestra misma situación, puedan acompañarnos en ese duelo. Gracias a la Asociación Juan Navío de Villena, por su labor.


De mis padres heredé la manía de leer las esquelas que en los lugares de costumbre todavía se colocan para conocimiento general, y de su sentido del humor, aquello tan gracioso de “hoy no estoy, no me han mandado el telegrama, un día más”.
Pues un día más que debemos disfrutar, aprovechar nuestro tiempo para pasarlo con la familia, los amigos, de no dejar pasar un beso, un abrazo. Porque “Si la muerte pisa mi huerto, ¿quién será ese buen amigo/que morirá conmigo/aunque sea un tanto así?”
Yo hoy soy ese amigo, ese que ha muerto un tanto así con quienes partieron tan recientemente dejándonos ese hueco lastimero en el alma. Pero también soy el amigo que vive porque vivos seguís en mí.

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