Parte de lo que fuimos
- 21 mayo, 2025
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Hará cosa de un par de meses, en una reunión mantenida por el Ayuntamiento con la Conselleria de Educación, en la cual se pusieron muchos temas sobre la mesa, hubo un punto que, a pesar de su importancia —así me lo parece a mí al menos—, pasó más bien desapercibido: la Generalitat tiene la intención de demoler el edificio que alberga al CEIP La Celada.
Desde hace tiempo se sabía que iba a ser el de los Príncipes el que pronto iba a pasar a la historia debido a los problemas estructurales que sufría. Problemas, dicho sea de paso, que profesorado y AMPA de dicho centro venían denunciando desde unos años atrás sin que hubiera respuesta hasta que ya no hubo solución. Fue entonces cuando se decidió su demolición y se instaló a alumnado y claustro en los módulos prefabricados que ocupan en la actualidad.
Ahora, Conselleria afirma que también la Celada irá fuera, que la posibilidad de darle otro uso cuando los dos colegios se fusionen en uno no es viable por la importante inversión que se tendría que hacer. Es posible que sea así. Ignoro el dinero que se necesita para apuntalar el edificio y rehabilitarlo en la medida de lo posible. Lo que sí sé es que habría muchos colectivos, incluso organismos públicos, que acogerían con los brazos abiertos los diferentes espacios y recursos que ofrece.
En cualquier caso, más tarde que pronto, Príncipes y Celada, los edificios donde se ha desarrollado la actividad pedagógica de ambos centros, solo serán un recuerdo. Y a muchas generaciones de alumnas y alumnos les costará encontrar, en el espacio que deje uno y en el moderno colegio que habrá en sustitución del otro, una parte importante de su pasado.
Porque muchos de los que ya llevamos tiempo cumpliendo años, y otros que por desgracia dejaron de cumplirlos, vivimos en sus aulas, en sus pasillos, en su patio, ese pedacito de nuestra infancia que quedará siempre alojado en un rincón especial de nuestra alma.
Hablo de la generación que estudió en uno y otro, pero sobre todo, de los que pasamos nuestros primeros cursos académicos en el «de arriba» con el anhelo continuo, sobre todo cuando íbamos creciendo, de pasar al «de abajo, el de los mayores».
Es evidente que el mundo se encuentra en constante transformación y que debe ser de ese modo. Si no fuera así, si la humanidad se hubiera conformado, imagino que seguiríamos viviendo en las cavernas, pero a veces, esos cambios, nos arrancan una parte de lo que fuimos. Es entonces cuando solo el recuerdo, no siempre el mejor compañero de viaje, nos permite recuperarla con un toque de nostalgia.