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- 21 julio, 2012
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La noticia pasó sin pena ni gloria, casi de puntillas, como si no quisiera molestar. Apenas le dedicaron un par de minutos. Ninguna reacción, ninguna opinión. Cumplir el expediente y poco más. Al fin y al cabo solo se trataba de una vacuna experimental que, en un futuro quizá cercano, podría curar el cáncer de mama, colon y estómago.
Antes de eso, el informativo había destinado más de media hora de su espacio a cabrearnos con ese prostíbulo llamado política y a abrumarnos con los indescifrables conceptos económicos que probablemente ni los propios periodistas comprenden. Noticias, sin ningún asomo de dudas, de mayor empaque e interés para el televidente.
No culpo a los responsables del informativo en cuestión; o a ninguno otro de los muchos que pululan en las diferentes cadenas públicas o privadas. Ni tampoco a la prensa escrita que abre sus portadas cada día con los últimos y bochornosos comportamientos de esa clase política que nos ha tocado padecer y del negro agujero en el que nos han metido. Es lo que hay. Si el potencial cliente es lo que quiere, hay que dárselo.
La eterna cuestión es si fue antes el huevo o la gallina. Si el lector o televidente busca en los medios enterarse de la carnaza sensacionalista del mundo de la política o, si por el contrario, la fuerza de la costumbre le ha hecho aceptar como prioritarias y, por lo tanto, de mayor interés, ese tipo de noticias.
Supongo que ver en pantalla a un científico hablándonos de su reciente descubrimiento no vende, que abrir un informativo y dedicar más de esos dos exiguos minutos a los últimos avances en la lucha contra el cáncer no tiene el gancho suficiente como para atraer a la audiencia. Sin embargo, en un orden natural de las cosas, así debería ser.
¿De qué nos sirve ser testigos a diario de la crónica política? ¿O de la económica? No nos va a resolver la vida. Si acaso, lo único que hará es hundirnos más en la miseria. Nada de lo que se dice hoy difiere de lo que se dijo ayer o de lo que se dirá mañana. Nos cabrearemos, sí, hablaremos indignados de crisis, corrupción, prima de riesgo y demás conceptos abstractos y confusos, pero seguiremos estando en el mismo lugar, contemplando el mismo panorama.
¿Por qué entonces no dar prioridad a otro tipo de noticias que invitan a la esperanza y no al desasosiego? ¿Por qué no hablar de esos ensayos y tratamientos experimentales que comienzan a dar sus frutos para combatir enfermedades devastadoras como el cáncer o el SIDA? ¿Por qué no describir el modo en como un basurero de Madrid dedica unos minutos a animar al alumnado de un colegio en su tiempo de recreo? ¿Por qué no relatar las experiencias de aquella gente que, de manera altruista – voluntarios, misioneros – , ayuda a los más necesitados? Evidentemente, esas noticias tampoco nos sacarán de la crisis, pero puede que, al menos, nos permitan contemplar el horizonte con una sonrisa en la cara.