Lunáticos
- 27 abril, 2009
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“Quien habla solo, espera hablarle a Dios un día” afirmaba Antonio Machado en su Retrato, hondo y melancólico poema en el que un manantial de recuerdos nunca cerrados se escapaban a cada palabra, en cada verso como si de su alma escaparan. Puede que tuviera razón el gran poeta sevillano, pero cuando nos encontramos ante alguien hablando solo, no pensamos que se sienta invadido por la necesidad de dialogar con Dios, sino más bien con su propia locura.
Locos, lo que se dice locos, los ha habido y muchos a lo largo de la Historia. Con mejor o peor estilo, con más o menos elegancia, con mayor o menor fundamento, el camino de la humanidad es un camino rebosante de lunáticos. La questión sería ¿dónde acaba la locura y dónde comienza la lucidez? ¿En qué criterios nos basamos para decidir quién está ido y quién no? Todo depende de la perspectiva.
Cristóbal Colón fue en su época un loco cuya locura sirvió para descubrir un nuevo continente. Galileo tuvo que desdecirse de su supuesta demencia para no acabar en la hoguera; pero a él, y a esas descabelladas ideas que tanto escandalizaron entonces, debemos parte de lo que hoy conocemos del Universo.
Hay locos por amor, locos de atar, locos por el fútbol, o por la ciencia, o por el surf, o por el arte… el espectro es amplio y variado. ¡Incluso hay vacas locas! Pero el hecho de que algo nos provoque una suerte de enajenación transitoria o permanente, no quiere decir necesariamente que sea algo insano.
Analicemos la parilla televisiva. Es el caldo de cultivo más próspero para que dementes de toda clase y ralea se muevan a sus anchas. Así, a bote pronto, me viene a la mente aquel Carlos Jesús que decía vivir experiencias extraterrestres y extrasensoriales. Incluso era capaz de describir de manera pormenorizada los mundos que afirmaba haber visitado. No comprendo como con semejante talento creativo, no se dedicara a escribir novelas. El best seller estaría asegurado.
El último en descolgarse ha sido el astronauta Edgard Mitchell, tripulante del Apollo XIV. Según cuenta, el gobierno de su país tiene conocimiento de avistamiento de OVNIS, e incluso le acusa de ocultar naves no identificadas. Se queja igualmente de que las autoridades estadounidenses han saboteado una y otra vez sus investigaciones al respecto.
Puede que no le falte razón, pero de momento, sus afirmaciones han generado más escepticismo que otra cosa. Sin embargo, si tiene razón, si verdaderamente el gobierno americano nos está ocultando la evidencia de vida en otros planetas, deberíamos preguntarnos los motivos que le impulsan a actuar de ese modo.
Yo me inclino a pensar que únicamente tratan de ahorrarnos un disgusto. Tan acostumbrada como está nuestra sociedad a creerse el ombligo del Universo, certificar el hecho de que no estamos solos, nos haría empequeñecer, nos haría sentirnos menos importantes. Porque quizá, después de todo, en esencia lo que deseamos es seguir manteniendo esta soledad, seguir monopolizando este diálogo interplanetario porque esperamos hablarle a Dios un día.