La vida en un verso
- 24 marzo, 2014
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Hace setenta y cinco años, un 22 de febrero, moría en el exilio de un pequeño pueblo del sur de Francia, uno de los mayores escritores que ha dado nuestra historia, Antonio Machado. Enfermo, triste, abatido por las circunstancias, el poeta de las Soledades, se rendía muy lejos de los campos de Castilla que fueron testigos de sus versos y sus amores; muy lejos de aquella Sevilla de finales del XIX que retratara su infancia.
Víctima de una cruenta guerra civil, Machado lo fue por dos veces. Porque los exiliados, tal y como dejó escrito García de Cortázar en su Memoria de España, pierdes dos veces la guerra. Pero no fue el único; por desgracia, no fue el único intelectual patrio víctima del conflicto. Obligados a abandonar su tierra, privados de libertad, muertos en fin, muchos otros grandes escritores fueron también víctimas de los días grises que se sucedieron entre 1936 y 1939, y la larga dictadura que vino después.
De esta amplia y desafortunada lista, me gustaría destacar a Miguel Hernández. Por las raíces vecinas; porque mucho de mi niñez poética lo debo a sus versos; pero, en especial, por el libro ilustrado que, recientemente, fue presentado en la biblioteca que debe su nombre al genial poeta oriolano.
Miguel Hernández en 48 estampas, es el título de la obra. El autor, Pedro Villar, persona bien conocida en el ámbito cultural villenense. En mi opinión, este libro supone el cumplido homenaje que el escritor de Orihuela merecía. Acompañado de las impactantes ilustraciones de Pedro Villarejo, recorre la vida del poeta a través de una serie de cuartetas cargadas de sensibilidad.
Villar no se complica la vida y resuelve, cada pasaje, de manera clara y, a un tiempo, abrumadora. No busca mayor artificio que mostrar al poeta a través de la poesía, su hábitat natural. Quizá sea esa la clave de que el libro llegue y permanezca en la memoria del lector: su arrebatadora sencillez. Y es que, en ocasiones, la forma más fácil de llegar a un lugar, es hacerlo sin rodeos.