Entre bambalinas: una gala de emociones, esfuerzo y libertad

  • 22 junio, 2025
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Entre bambalinas: una gala de emociones, esfuerzo y libertad

Cuando la jornada laboral termine …. las chicas solo quieren divertirse

Eso cantaba Cyndi Lauper en 1983. Una letra que pronto se convirtió en un himno para las mujeres jóvenes de aquella generación. En una entrevista con la revista People, Lauper explicó que la canción estaba dedicada “no solo a un grupo de mujeres, sino a cada chica que pudiera verse representada y se diera cuenta de que también podía disfrutar de una experiencia divertida en la vida”.

Cuarenta y dos años después, Girls Just Want to Have Fun volvió a sonar, esta vez en el Teatro Chapí de Villena, durante la gala del festival de la Academia Estudio Mercedes Calabuig. Y lo hizo sin perder su esencia. Remasterizada y con un sonido más actual, la canción de Lauper compartió escenario con temas como Oops!…I Did It Again de Britney Spears, doña Francisquita o NUEVAYoL de Bad Bunny.

Como cada año, los ritmos urbanos se fusionaron con mantones, taconeo, volantes y flores en el pelo. Todo ello, hilado por una narrativa que reivindicaba el derecho a disfrutar la vida, con textos que evocaban la lírica de Federico García Lorca.

En esencia, la gala se construyó sobre una premisa clara: el baile, además de ser una disciplina artística, es una poderosa forma de diversión.

El espectáculo no pretendía más que mostrar, sobre las tablas, el fruto de un año entero de trabajo. Un año de aprendizaje, de ensayos, de pasos memorizados y coreografías pulidas. Desde las niñas más pequeñas hasta los grupos de adultas: las puntas del ballet clásico, la fuerza del español, la elegancia del contemporáneo o la vitalidad del urbano. Cada estilo, cada grupo, cada personalidad distinta se transformó en un todo que contó una historia común. La historia de un año lleno de risas, de frustraciones, de ensayos a última hora donde, poco a poco, las piezas coreográficas cobraron vida.

Los grupos infantiles hicieron las delicias de los familiares, que acudieron en masa para ver los primeros pasos de sus hijas o nietas sobre el escenario. Pero, a medida que avanzaba la velada y salían los grupos más veteranos, el mensaje se hacía aún más evidente: dejar atrás las preocupaciones diarias para sumergirse, al menos una vez a la semana, en el universo del baile. Un universo capaz de transformar no sólo los cuerpos, sino —y sobre todo— las mentes. Más allá de la edad, del peso, de la clase social, e incluso del género, la danza logró reunir a centenares de mujeres capaces de transmitir emociones a un público completamente entregado. Porque, al final, el arte tiene ese poder: unir, emocionar, liberar.

Desde bambalinas

Esta crónica, íntima y, por qué no decirlo, algo sesgada, se despliega entre bambalinas y desde la pantalla del camerino. En ella he tenido la oportunidad de plasmar, una vez más, esas emociones vividas. Emociones que, tras superar los nervios que aprietan el estómago momentos antes de que comience a sonar la música, encuentran su lugar en cuanto las zapatillas tocan las tablas del escenario.

A este relato falta la precisión técnica; le falta la construcción del relato desde la objetividad. Hay demasiada primera persona, y algunos vacíos. Y no es que quienes no están reflejadas en ella no merezcan ser mencionadas, sino que, entre entradas y salidas, no alcance a verlas.

Segundas oportunidades

Este año, ha sido un año de segundas oportunidades y mi grupo, Las Brillis estabamos decididas a aprovecharlo. Un curso que siempre empieza pensando que quizás será el último y que, días antes del festival, se piensa en qué haremos el próximo año. 

Silvia llegó este año de la mano de Mercedes como un soplo de aire fresco. Pensamos que era una buena idea resetear, dar nuevas oportunidades y construir desde otro lugar y así ha sido. 

Agradecimientos

Años antes, en la crónica que he escrito sobre este festival he volcado mis impresiones y vivencias personales. En esta ocasión, quise que fuera algo más coral, una mirada menos centrada en mí y más compartida, más de conjunto.

Otros años, con la resaca de todos los aplausos aún en los oídos, me lancé a aporrear el teclado sin más. Este año quise dejar que todo macerara, aunque solo fueran 24 horas. Necesitaba ordenar pensamientos y reflexionar sobre los agradecimientos.

Aun así, antes de terminar no puedo —ni quiero— resistirme a dar las gracias.

Empiezo por Ana, que durante cinco años me sacó de la zona de confort y logró que ciertos músculos de mi cuerpo descubrieran que también podían moverse. Que me sostuvo del hombro cuando el vértigo amenazaba con hacerme retroceder, y me ayudó a caminar por el filo de mis propios miedos.

Gracias a Mercedes, por creer en nosotras. Que no es poco.

A Silvia, por recordarnos —y poner en práctica— que más allá de los pasos, de la técnica y la precisión, lo fundamental es pasarlo bien mientras bailamos. Y que no solo se trata de disfrutar, sino de ser capaces de transmitirlo. Creo, sinceramente, que este año lo conseguimos. Gracias por un año tan especial. Fue un privilegio tenerte como profe y también verte bailar, tanto en Benidorm como en Villena.

Y por último, gracias a mis compañeras. A mis Brillis. Por ensayar una y otra vez, sin descanso. Por las risas, por la complicidad, por la paciencia. Por comprender, sin necesidad de palabras, que la danza une los latidos de los corazones.

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