Los guardianes de la huerta

  • 13 noviembre, 2025
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Los guardianes de la huerta

Conocí a Roberto mucho antes de que fuera ROLOCO, el artista. Entonces era  un joven dibujante y músico,  talentoso y de mirada inquieta, que ya prometía. A María la conocí después, cuando se convirtió en su compañera. Más tarde supe que era hija del Soli, el conocido fotógrafo villenense cuya obra forma parte —aunque no siempre se reconozca— de la memoria colectiva de esta ciudad. 

A José Ibañez Martínez,  Soli,  lo recordaba por su relación con mi padre, sus exposiciones,   sus  fotografías de  calles y casas de Villena,  del castillo, de las fiestas de Moros  y Cristianos. Imágenes capturadas por el hombre gracias a cuyo ojo paciente, hoy son parte de nuestra historia visual.

Tengo en la memoria  un montaje de la Virgen rodeada de las comparsas, muy popular,  y también  sus intervenciones en la radio, especialmente en los días previos a las fiestas patronales, cuando hablaba del tiempo que nos esperaba, guiándose por las cabañuelas.  

Hace unos años supe, casi por casualidad, del esfuerzo de Roberto y María por preservar y dignificar el legado fotográfico y bibliográfico que Soli dejó tras su fallecimiento. Al intentar inventariarlo, me hacen partícipe de una búsqueda que los lleva a descubrir que parte de ese material, supuestamente entregado a una entidad local, ha desaparecido sin dejar rastro. Aunque intento ayudar tirando de memoria, mi ayuda pudo darles alguna pista pero a pesar de sus pesquisas, entrevistas a conocidos etc. todo se va volviendo más turbio y menos esperanzador.  Pero hay búsquedas que no se emprenden por esperanza, sino por justicia.

Más adelante, acompaño a Roberto al juzgado. Queremos comprobar si dos de los cuadros allí expuestos son fotografías originales de Soli. Resulta curioso ver trabajar a Roberto porque no es sólo llegar y mirar, sino comprobar y documentar. 

 Me cuenta entonces que, en tiempos en los que desde luego no era habitual tener cámara de fotos en casa y ni  siquiera contaban con ella los  servicios públicos—, los fotógrafos eran requeridos por las autoridades para documentar actuaciones oficiales, incluidas las judiciales. Soli, fue uno de ellos.  Con su trabajo no sólo capturó lugares y escenas cotidianas, sino también acontecimientos de menor  visibilidad aunque mayor relevancia Pero ese material,  difícilmente podrá recuperarse  porque aquellos documentos gráficos, permanecerán encerrados entre tomos y tomos de papel, almacenados en archivos provinciales etc de difícil acceso. Copio de su curriculum que  “fue Miembro de la Asociación Provincial de Fotógrafos Profesionales de Alicante y trabajó para la Agencia EFE, el Diario Información, el periódico La Verdad y la prensa local de Villena, en sus revistas quincenales, mensuales y anuales desde los años 60 hasta los 90”

Por eso, cuando me entero de que dentro del proyecto de homenaje se incluye un mural en la calle San Benito, que Roberto y María van a pintar juntos y a pulmón, sin respaldo institucional, me genera una gran expectación. Empiezo a seguir el proceso en redes sociales. Pero lo que veo en los primeros trazos no es lo que esperaba. No hay castillo, ni casas, ni fiestas. Parece un burro. Y luego otro.

Mi curiosidad crece. Y poco a poco, entiendo: este mural no reproduce su obra, la interpreta. No sólo representa lo que Soli capturó con la cámara, sino como y qué  vivió antes de tenerla entre las manos. Nos habla de la huerta, la tierra, los surcos, la vida campesina que forjó su mirada.

Es ahí donde nacen los guardianes de la huerta. Criaturas humildes, símbolos de esa sabiduría que solo la experiencia otorga. No son figuras decorativas, sino protectoras de una memoria que ya no está en los escaparates, pero sí en el alma del pueblo.

Y, sin embargo, duele constatar que un homenaje tan profundo, tan trabajado y tan honesto, no haya recibido ni el más mínimo gesto de reconocimiento institucional. No hablo solo de apoyo económico, sino de algo más básico: presencia, interés, escucha.

En una ciudad donde con frecuencia se llenan discursos con palabras como “cultura”, “identidad” y “memoria”, es desconcertante —aunque no sorprendente— que un acto como este se lleve a cabo completamente al margen de quienes deberían ser sus principales aliados.

Porque hay homenajes que no caben en actos oficiales, pero que deberían ser mirados con respeto. Este mural, esta obra sin aspavientos, nos recuerda que la verdadera cultura se construye así: desde el compromiso silencioso, desde la coherencia, desde el amor a lo que fuimos.

Y desde la decisión de no olvidar.

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  • Totalmente conforme con todo lo que se dice en este artículo.

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