Diario de escenario

  • 24 agosto, 2021
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Diario de escenario

Tres de los actores del grupo La Vaca Mecánica del IES Las Fuentes nos cuentan en primera persona sus experiencias con la obra “Esto no es una escalera”, una versión de “Historia de una escalara”, del dramaturgo Buero Vallejo. Su viaje a Madrid tras ser seleccionados como la mejor obra de la Comunidad Valenciana y su tercer puesto en los premios de teatro “Buero”

Diario Nerea:
Transmitir, creo que esa es la palabra que nos unía por excelencia a todos, que por alguna razón (por nuestro talento) nos unió en esta maravillosa experiencia. Como no, el primer día llegaron los nervios, cada grupo venía de un lugar diferente de toda España, con sus costumbres y sus maneras de hablar. Llegamos a los Teatros del Canal, los nervios a flor de piel, nadie sabía que iba a ocurrir en aquella sala verde que pisamos por primera vez y que iba a acogernos tan bien. Intentábamos reconocer caras nuevas, crear vínculos entre nosotros, aprender de la naturaleza de cada uno y lo más importante absorber la sabiduría de todos. Las uvas de la ira nos hizo darnos cuenta de donde estábamos y de que íbamos a convivir con personas increíbles y con un talento arrollador.
Para mi, fue un antes y un después a la hora de sentir el teatro. Primer vínculo creado. Fin de la actuación. Todos en pie.
Por primera vez nos sentíamos de alguna manera u otra conectados, ahí supimos que lo que nos unía era el teatro y nuestra pasión por él. Segundo día, poco puedo decir ya que no tocaba actuar en aquella sala verde que nos acogió tan bien. Nervios. Personas maravillosas que se preocupaban por nosotros y que hacían que aquella experiencia fuera extraordinaria, y que nos sintiéramos como en casa. Sorpresa. Todos nuestros profes y personas que estuvieron apoyándonos el día del estreno vinieron a transmitirnos su paz y buenas energías para que la obra saliera increíble. Se cierra el telón. Adrenalina. Seguimos escuchando aplausos. Salimos. Todo un grupo de personas nos esperaba con sus felicitaciones en boca y aplausos, acalorándonos con sus criticas positivas hacia nuestro trabajo.
Poco a poco vamos conociéndonos y compartiendo experiencias, inquietudes, maneras de vivir el teatro… Tercer día. Caídos del cielo nos da una bofetada en la cara, poniendo encima del escenario situaciones reales que suceden hoy en día. Reflexión. Cada persona que estuvo encima del escenario actuó con el corazón. Un clamor atronador al llegar al campus, felicitaciones y como no una charla intensa sobre lo que han sentido encima del escenario. Cuarto día, parecía que nos conocíamos desde hace meses. Cada persona que entraba a darnos una clase tenía mil maneras diferentes de sentir el teatro o en definitiva de crear teatro. Demasiada información retenida en la cabeza. Sabíamos que iba llegando el final, pero no nos importaba, seguíamos cantando las canciones de Arnau Griso como si no hubiera un mañana. Quinto día. La niñas de Humenné, nos hicieron ponernos en la piel de sus personajes con una belleza deslumbrante. Gala final. Todos esos vínculos que creamos durante esos días se sintieron encima del escenario, en cada mención y en cada premio. Pero lo mejor de todo es que por mi parte, sentía que ya había ganado, había ganado experiencia, muchísimas personas que tenían un mundo interior el cual admirar y personas que me han enseñado que el teatro se vive día tras día.

Diario de África:
El teatro es infinitamente fascinante, porque es muy accidental, tanto como la vida. La experiencia que hemos vivido aún nos deja en estado de shock. Pensar como un teatro que empezó en una clase con cuatro personas como un ejercicio de clase para nuestra querida casa de la cultura. El hecho de que haya acabado siendo algo tan grande. El ser seleccionados entre más de 300 obras, mientras que profesionales veían nuestro trabajo y al mismo tiempo lo califican, haciéndonos sentir felices sin siquiera saberlo, fue algo que nos llenó el corazón.
Cabe decir, que tras ganar el premio de Madrid, estábamos tan eufóricos que no nos lo podíamos creer. Ir a Madrid a pasar cuatro días con profesores de teatro y con unos compañeros alucinantes que acabaron siendo como nuestra segunda familia.
Todos al principio creo que estábamos asustados. Aún recuerdo el momento de ver el escenario de los teatros del canal, se nos salió el corazón a todos a niveles estratosféricos. Tras eso, nuestra actuación, una gozada. Los talleres fueron maravillosos, ya que nos juntaron con más grupos con los que nos hicimos enseguida a pesar que al principio, nos costaba socializar. A pesar de esto, las lágrimas del último día fueron inevitables. Las risas de nuestro compañeros aun siguen notorias en nuestro corazón, al igual que sus lágrimas cuando nos tuvimos que despedir. El hecho de haber conocido a actores, sobre todo para la gente que se quiere dedicar de manera profesional a la actuación fue algo que les sirvió mucho, además de ser una gran inspiración para todos. No todo era trabajar obviamente, habían momentos de descanso donde disfrutamos de pequeños rincones bajo la sombra, comidas entre risas y temas comunes o incluso darnos, para algunos, el primer baño del año. Fue una experiencia maravillosa, digna de repetir y volver a disfrutar. La luz de los focos cuando actuabas, el silencio en la sala cuando otros empezaban, la atención puesta en las clases y las risas de los momentos en la comuna. Algo que no podremos olvidar.

Diario de Carlos:
El teatro: la sensación extracorporal de gestos unidos en haces luminosos. Así llegamos a Madrid, premiados por un truco que había nacido de unas manos ingenuas e inconscientes. El primer día contemplamos la obra de nuestros compañeros de Madrid: sublime en su construcción de personajes, en el fluir de energía que irradiaban sus acciones; descubrimos en ese momento a qué lugar habíamos llegado. Habíamos ido a representar la obra en los teatros del Canal -escenario de apariencia espacial en el que nosotros debíamos ser los marcianos que construyeran el universo- y nos tocaría representar al día siguiente. No fue de nuestras mejores actuaciones, pero empezamos a liberarnos del fiero control del texto.
Tras eso solo nos quedó disfrutar. El domingo, pues fuimos hacia allá un viernes, comenzamos con ejercicios de improvisación y aprendimos lucha espectacular. Solo pudimos aprender golpes de cintura hacia abajo, ya que el día anterior había habido talleres mientras nosotros ensayábamos la función de la tarde.
Después de comer tocamos por primera vez la piscina. Fuimos más tarde a ver la obra de los compañeros de Navarra, una obra que narraba la discriminación hacia aquellas personas que, pudiendo ser nosotros, habían perdido su hogar y se habían visto arrastradas a una vida desgraciada.
Tocamos muchos talleres en los siguientes días: de voz, de payaso, de improvisación de nuevo (enfocada esta vez a competiciones reales). Conocimos a Carlos Hipólito y a Carlos Buero, hijo de Antonio Buero Vallejo (dramaturgo de la obra en la que nos inspirábamos). El último día, antes de la gala de premios, asistimos a la obra de ‘’Las niñas de Humenné’’, fantástica también sobre los campos de concentración nazis. Vino luego la gala de entrega de premios, en la que quedamos terceros.
Llegaron por último las despedidas. Desde que comenzamos los talleres habíamos ido entablando amistades con el resto de grupos de teatro. Habíamos cantado y bailado por las noches en batalla contra el sueño, habíamos interpretado e improvisado juntos. Nos faltaron unos días más. Nos despedimos mientras maquinábamos un futuro en el que nos volviésemos a encontrar en alguna obra de teatro.

Pedro Mena
Durante la gala no sentimos más que nervios y emoción, o al menos eso sentía yo. Gritos de alegría, aplausos y todo eso mientras convivíamos con gente similar a nosotros, que realmente estaba allí por luchar por sus sueños. A decir verdad, también hubo momentos de desesperación por saber el ganador, pero en general valió la pena la espera. Cabe señalar las pintas que llevábamos, algunos tan arreglados como yo y otros tan básicos como para salir a dar un paseo, ese contraste molaba en realidad.
En conclusión, repetiría todas las veces necesarias y todo por vivir, de nuevo, la emoción de ver un teatro repleto de diversión y como no… premios.

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