Salto al vacío

  • 15 mayo, 2010
  • Comentarios
Salto al vacío

Venía el fin del mundo hasta entonces conocido y corrimos asustados a tiendas de electrodomésticos y centros comerciales. Por todas partes se nos ofrecía el dichoso aparatito, solución a todos nuestros problemas. Incluso los periódicos se apuntaban al carro a través de una de esas promociones, con cartilla incluida, en que tanto se prodigan últimamente. La televisión trataba de advertirnos y de convencernos de la necesidad de prepararnos para lo peor, nos alertaba con ejemplos ilustrativos sobre lo que nos iba a pasar de no hacer acopio de uno de esos cacharros.

 

A modo de metáfora, se nos mostraba a través de la pequeña pantalla como sería nuestra existencia a partir de ese crucial día que, en color rojo, teníamos señalado en nuestro calendario. De no disponer de los medios adecuados, decía la publicidad, nuestra existencia no sería más que una triste y desdibujada figura, una imagen desenfocada, desintonizada y confusa.

Y llegó el día. Todos nos aprestamos a prepararnos para el apagón analógico, el apagón del todo o nada, el apagón que debíamos aceptar sumisos porque nos iba a permitir dar un gigantesco salto de calidad en nuestra vida de televidentes. Tedetés integrados y sin integrar, grandes o pequeños, se convirtieron, a partir de ese momento, en un elemento más de nuestro salón, cocina, dormitorio o aseo (para gustos, colores).

Pero mira por donde, el nuevo invento ha tardado bien poco en irse al traste. No ha hecho falta más que cuatro gotas caídas del cielo para que, en lugar de la romántica niebla que nos aportaba la televisión analógica, ahora tengamos esos antipáticos píxeles que, cual grotesco puzle, nos deja la pantalla en estado catatónico y a nosotros con cara de tonto.

Y entonces nos queda la sensación de que, efectivamente, hemos dado un salto, pero no de calidad, no, sino al vacío y, lo que es peor, sin red que nos hiciera menos dolorosa la caída. En ese preciso instante, nos acordamos de lo bien que estábamos antes del apagón, nos acordamos de la madre que parió a nuestros gobernantes que nos la han vuelto a colar, y hasta nos acordamos de Jorge Manrique y su famoso “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.

Aunque, como suele ocurrir siempre, hay quien de todo saca una lectura positiva. Navegando por la red, me topé el otro día con una opinión en uno de esos foros, en la que alguien afirmaba que había salido ganando con el cambio, porque ahora leía más libros y se podía diseñar una programación a su gusto a través de internet. “De todas formas – añadía – habrá más calidad de imagen, pero la basura que emiten sigue siendo la misma”. Y es que, el que no se consuela, es porque no quiere.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *