La misma piel
- 7 agosto, 2012
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Cuando se despertó aquella mañana, sintió un vacío en su interior. No era gran cosa, una extraña sensación correteando en lo más profundo de su alma. No le producía dolor, tampoco le molestaba. Incomodidad; sí ese era el término apropiado. Se sentía incómoda y no alcanzaba a comprender el motivo.
Apenas necesitó unos minutos, mientras se revolvía en la cama, para encontrar respuesta a esa incomodidad: era día 5. No una mañana cualquiera, sino la mañana del día 5 de septiembre. Tampoco de un 5 de septiembre más. Se trataba del día 5 de septiembre del año después. Trató de sacudirse toda sombra de nostalgia de su mente y se levantó decidida, dispuesta a homenajearse con un buen almuerzo en la comparsa.
Sin ser consciente de ello, con el paso del tiempo, el hueco fue creciendo allá adentro, tejiéndose, multiplicándose, ramificándose como si de una planta trepadora se tratase. Ya no tenía apetito y únicamente el sonido del pasodoble interpretado por la banda oficial consiguió levantarle el ánimo.
Había llegado el momento de ir en busca de las madrinas. Las escenas vividas en casa de la infantil consiguieron turbarla, pero pudo contener el llanto. Esa reacción entraba dentro de lo normal. Al fin y al cabo, se trata de un momento emotivo que consigue humedecer los ojos de cualquiera.
Pero luego llegó el turno de la madrina mayor. La chica esperaba ya en el balcón con el rímel corrido a pesar de sus esfuerzos. Al instante, reconoció la escena como suya. Solamente un año antes la había vivido en primera persona. Entonces era ella la que vestía el traje de villenera; ella la que lo adornaba con su flamante banda; ella la que llevaba el pelo recogido y rematado con la peineta; ella, en fin, la que luchaba por no arruinar el maquillaje.
Se sentía identificada en cuerpo y alma con aquella chica que, del brazo de sus cargos, salía ahora a la calle. La piel de una era la de la otra. El corazón de ambas palpitaba en igual medida, puede que incluso al mismo ritmo. El hueco de su interior comenzó a serpentear, a ascender hasta hacerle un nudo en la garganta. Entonces, sin poderlo remediar, sin querer hacerlo, la madrina 2011 lloró desconsoladamente mientras se fundía en un intenso abrazo con la de 2012.