Venimos de Bulilla

“Venimos de Bulilla…” así comienza una de las canciones tradicionales de Pascuas de Villena. Una cantinela que antes se transmitía de padres a hijos y que ahora son los colegios los que se encargan de enseñar -ésta y otras tonadillas de las jornadas de mona- a los más pequeños.

Tres son los lugares donde los vecinos de Villena acuden a comerse la mona en los días de Pascua: Bulilla, el Grec y Las Cruces. Una costumbre que pasa de generación en generación, y que vive en la conciencia colectiva de la población. Sin embargo, la construcción de la autovía mató hace varias décadas la tradición de llevar al paraje de Bulilla, en el Domingo de Resurrección, “un huevo, una longaniza, un pedazo toña…” tal y como sigue la canción.

El Grec, donde fueron ayer familias enteras, a pesar del intenso viento que frenó a algunos y Las Cruces, que visitarán hoy por la tarde, reúnen a los nostálgicos de las costumbres más arraigadas aún a pesar de no ser lo que en los años setenta se vivió.

Con los vaqueros, los alpargates, la mochila, los barriletes que surcan las nubes; los chicos llenan los escasos espacios verdes que las urbanizaciones y los dos colegios y los dos institutos no han devorado en el caso de El Grec.

Las Cruces es el lugar de peregrinación del tercer día de Pascua. A pesar de ser día laborable, gran parte de los comercios cierran sus puertas por la tarde para subir caminando a las faldas de la sierra de la Villa. Allí algunas cuadrillas de amigos traspasan el puente de la autovía buscando un hueco para disfrutar de una tarde de campo. En la sierra de la Villa no falta el “chambilero”, el tradicional camión de los helados que vende los primeros de la primavera.

Los más tradicionalistas compran “coyotes”, helados de palo hechos de turrón o vainilla y chocolate. Ahora aquel vehículo de tres ruedas ha dado paso a una furgoneta con polos, cremas de diferentes sabores, pero en el que no faltan los codiciados “coyotes”.