No es un adiós
- 5 diciembre, 2025
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¿Qué piensas sobre la muerte? ¿Has hablado de ella alguna vez o es un tema tabú para ti? ¿Creciste asumiendo que formaba parte de la vida? ¿Le das naturalidad con tus hijos? ¿La has sufrido en tu entorno? ¿Cómo sentiste la experiencia? ¿Supiste gestionar el duelo?.
La muerte es un tema del que normalmente evitamos hablar. Como si al hacerlo la atrajésemos o como si por no hacerlo, dejase de existir.
Pero es lo único que sabemos que nos va a pasar con seguridad cuando nacemos.
Ahora bien, dependiendo de nuestra cultura y nuestra creencia, la integramos en mayor o menor media como parte de nuestra vida. Hablamos más o menos de ella y con ello, le damos más o menos naturalidad.
A lo largo de mis años en terapia, he tenido la fortuna de acompañar a muchos pacientes en su proceso de duelo por un ser querido. Y digo fortuna porque es un absoluto privilegio sentir cómo alguien te confía lo más preciado que tiene: su vulnerabilidad. Pero más bonito es ver como a través de la terapia y el trabajo que realizamos, supera la pérdida y se permite que el recuerdo y las vivencias de esa persona tan querida, le acompañen en su día a día.
También he tenido la suerte de acompañar a pacientes que han recibido un diagnóstico de cáncer con pronóstico difícil, los cuales me regalaron horas valiosísimas de su cuenta atrás que jamás olvidaré, pues a través de ellos descubrí la verdadera grandeza del ser humano.
Pero, sobre todo, este artículo nace y va dedicado a una mujer increíble que me va a acompañar siempre porque a veces, la consulta traspasa la puerta y la necesidad de estar, demanda una presencia que no se puede limitar a una hora quincenal.
Recuerdo perfectamente el día que entró a mi despacho y el nudo que se me puso en la garganta al escuchar su relato. A su marido le habían diagnosticado un cáncer de colon con pronóstico reservado. Compartimos pañuelos, pues mis neuronas espejo y mi empatía toman las riendas en algunas ocasiones y es algo que he aceptado como parte de mí y de lo que me siento muy orgullosa.
Decidió coger la mano que le tendí y a lo largo de varios años, hemos ido caminando juntas por todo un periplo de médicos, pruebas, operaciones, dificultades, incertidumbre, desasosiego, impotencia, esperanza, estabilidad, prisas, urgencias, preocupación, tratamientos, efectos secundarios… Sin olvidarnos del amor, el cariño, la entrega, la ayuda, la generosidad, la admiración, la fortaleza y la valentía.
Desde mi parte profesional, era consciente de aspectos que ella no contemplaba y que yo callaba, paciente. Mi labor no es descubriros nada, sino daros herramientas y acompañaros en vuestro propio proceso de autoconocimiento y descubrimiento.
Yo supe desde el principio que este camino no lo hacíamos solas, sino que una sombra nos acompañaba y planeaba junto a nosotras: la sombra de la muerte.
Y no porque no crea en la posibilidad de curación ni en la medicina y mucho menos, en la capacidad de la persona diagnosticada. Sino porque ante determinados diagnósticos y según cómo se vaya desarrollando la patología, es algo que se hace más o menos presente.
La muerte forma parte de la vida y bajo este razonamiento, planea sobre todos nosotros. Aprender a convivir con ella es lo más adaptativo, pero lo separa una línea muy fina del obsesionarnos y que ese miedo nos impida llevar una vida plena. Por ello, en la gran mayoría de los casos, acaba convirtiéndose en tema tabú lo que dificulta su gestión cuando irremediablemente llega. Por evitar el dolor presente, engrandecemos el dolor futuro.
En la penúltima sesión, ella misma fue consciente de que habíamos caminado acompañadas todo este tiempo y lo asumió con mucha pena y gran dosis de serenidad.
Quizás el haber afrontado este proceso acompañada por una profesional, le ha servido para digerir una parte del duelo que, muy a nuestro pesar, en este caso, acabó llegando.
“Ponte las zapatillas y sal a correr, libre, te lo permito”. Cuánta generosidad, amor y dolor en una misma frase.
El 24 de noviembre su corazón dejó de latir y la noche brilló un poco más con la estrella que apareció.
No podría decir cuál de las dos ha aprendido más. Mucho menos, cuantificar el aporte que para cada una nos ha supuesto el encontrarnos.
Soy psicóloga, sí, muy humana y sintiente. Las increíbles personas que se sientan ante mí, aportan su pieza esencial en el mosaico que la vida me está permitiendo crear.
Me lo imagino inmenso, profundo, intenso y lleno de amor, verdad y, sobre todo, resiliencia.
¿Te apetece añadir tu pieza?
Dedicado a él y, sobre todo, a ti, mi Sol.