Emociones que viajan con la música
- 3 septiembre, 2025
- Comentarios
La música de las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena no es solo una banda sonora, es un lenguaje propio, un código emocional que todos los villeneros entendemos sin necesidad de palabras.
Cuando era pequeña y llegaba el mes de agosto, las calles de la ciudad se llenaban de música, los ensayos de las escuadras infantiles de las diferentes comparsas y un programa de radio dedicado a la fiesta tenían mucho que ver en ello.
Era un reto aprenderse las letras de los pasodobles más representativos de alguna de las comparsas. Incluso llegué a catar de carrerilla la letra de La Entrada, Día 4 que fuera, Los Marruecos, Nazaríes de Villena, Estirpe Berebere, El Himno de los Piratas, Marinos Corsarios, Panchana y sus Maseros, Cristianos de Villena y La Morenica. Después, en el concierto de pasodobles de la Banda Municipal me dejaba, literalmente la voz, cantando a grito cada uno de ellos.
Escuchar los primeros compases de estos pasodobles que marcaron mi infancia y juventud es trasladarme a una calle Corredera llena de luz, de gente, de colorido. Es sentir de nuevo la alegría compartida, el sentimiento de pertenencia, el amor de las personas que quieres. Es, en definitiva, sentirse feliz.
Todos estos recuerdos vienen al caso, porque tras muchos años de ausencia, este año volví a Valencia para vivir las Fallas. Caminaba por calles abarrotadas de gente y rodeadas de música, cuando de pronto reconocí esas notas tan nuestras, sonaba el estribillo del pasodoble Cristianos de Villena. Ese pasodoble tan identificador de los Moros y Cristianos de Villena. Me giré, buscando la banda que tocaba, y entonces llegó la sorpresa: la letra que escuchaba no era la de siempre. En esta ocasión estaba adaptada a la fiesta valenciana, las falleras en lugar de tararear “de Villena lo mejor” cantaban “de Valencia lo mejor”.
La sensación fue extraña. Por un lado, sentí un pequeño choque emocional, ya que se estaba cambiando algo muy nuestro, muy de Villena. Por otro, una alegría enorme al descubrir que nuestra música había viajado y se había hecho un hueco en otro lugar.
En Villena, con el paso de los años, las comparsas han estrenado nuevos pasodobles con motivo de aniversarios, homenajes o efemérides. Algunos se han integrado en el repertorio habitual, otros se escuchan solo en ocasiones especiales. Sin embargo, hay piezas que parecen inmunes al tiempo. Cristianos de Villena, Panchana y sus Maseros o Los Marruecos son ejemplos claros: da igual cuántos años pasen, siempre estarán presentes en algún desfile, y siempre habrá alguien que las tararee.
Están tan arraigadas que forman parte de nuestra manera de entender la fiesta.
Cada septiembre, cuando llegan las Fiestas de Moros y Cristianos, la experiencia se repite. Escucho los primeros acordes de un pasodoble y es como si el tiempo se hubiese parado: vuelvo a mis primeros desfiles, a la ilusión de estrenar traje, a las noches de verbena y Troya.
Es entonces cuando me doy cuenta de que, aunque cambien las modas, las letras o incluso las ciudades donde suenan, hay melodías que nunca nos abandonan.
Y eso es lo que hace que, incluso lejos de casa, cuando escucho Cristianos de Villena, siento que estoy en Villena, en mis fiestas y por lo tanto no puedo dejar de sentirme feliz.