Diario de una madrina. Punto y final

  • 20 septiembre, 2018
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Diario de una madrina. Punto y final

Y se acabó. Hemos reído, hemos llorado, lo hemos pasado en grande, nos hemos emocionado y hemos compartido sueños e ilusiones. Ha sido solo un año, pero mi cerebro a penas puede recordar las primeras presentaciones o aquellas comidas que parecen tan lejanas, después de unos días de fiestas tan intensos, tan llenos, tan plenos.

Se acabó y parece que fue ayer cuando empezó. Y guardo en una caja las cosas que me servirán para que no olvidar los momentos. Y pienso conservar en mi vida las personas con las que los he vivido unas jornadas tan especiales y en mi mente los recuerdos esperando que el tiempo no los borre.

Los primeros titubeos se tornaron en fortalezas y aunque tardé, decidí que por este año no pasaría de puntillas y así ha sido. Mientras el 9 de septiembre de 2017 repasaba los rostros de quienes me iban acompañar los 365 días más festeros de mi vida; en el del 2018 me abrazaba a ellos o entrelazaba sus manos a las mías con el único objetivo de que no acabara, con la convicción de que debía de llegar a su fin para que la intensidad no se perdiera.

A ellas, las madrinas las conocí el Día de la Esclavitud. Las miré, me miré y miré a mi alrededor. No compartía con ellas ni edad, ni trayectoria vital, ni gustos musicales, ni aficiones, no conocía a la gente de su quinta ni a sus círculos de amigos, ni me muevo por los mismos lugares de ocio y diversión. Parecía que nos separaba un abismo. Y sin embargo, a penas hizo falta algo de tiempo para comprender que me unía a ellas algo más fuerte, que todo lo demás era accesorio, que las ilusiones y las emociones traspasan barreras, que no tienen edad y que la pasión por las fiestas de Villena engarza cualquier grupo por muy heterogéneo que sea.

Se acabó, hace pocas horas que se acabó y ya echo de menos un año tan especial que incluso la lluvia no quiso perdérselo. Todavía en mis cuerdas vocales resuenan la infinidad de los pasodobles que he desfilado y en mi tímpano se escucha el eco de un arcabuz y echo de menos el whatsapp de Gabriel anunciando que ha contratado un trailer de kleenex, que está aparcado en el Teatro Chapí y que al parecer tras una sobresaliente mañana del día 5, la lluvia del día 8 y las despedidas del 9 se agotó.

Echo de menos a mis piratas favoritos a Juanki y su bandera, a Feike y Alba que ya se fue a Madrid. A Celeste y a Eloy, que a pesar de vivir cerquita, estos días en los que volvemos a la realidad, no me los he cruzado ni una sola vez. A Goyo y a Damián a los que he intentado seguirles el ritmo y me ha sido imposible alcanzarlos y a su inseparable Miriam, mi compañera de banco de misa, de carroza, de desfiles.

Echo de menos a la familia Navarro -Fernando, Andrea y Rubén- que en este 2018 me han hecho emocionarme como si fuera la mia y a la pequeña Valeria y los campeones de los concursos de dibujo, los hermanos Fita con los que tengo la fotografía conmemorativa del 176 aniversario. Y a Nerea contándome sus últimas preocupaciones en la tribuna y a María y su innata elegancia de mora nueva.

Echó de menos a María, la realista con alma de masera o la labradora con corazón de mora. Y a Pedro y a Toni, aunque no sé si ellos me echarán de menos porque llevo dos días pidiéndoles fotografías a través del whatsapp. Y a Natalia que se nos fue a Norwich, a seguir con su historia de amor y aquí nos dejó con un mensaje de «volveré».Y a su madrina infantil Elena de eterna sonrisa y a su prima, Lucía. Las dos tan pizpiretas con sus madres preocupándose de que nada les falte.

Echo de menos a Marina y a la pequeña y risueña Adela, a Raquel con su inseparable Alba y Hector y a Caete y a Paco, siempre vestidos de marruecos. Me cuesta hacerme a la idea de que ya no veré con tanta frecuencia al trio más unido de toda la historia: a Alba, a Cristina y a Nuria, que han decidido que la suerte les ha traído a estas compañeras de viaje y que su amistad perdurará para siempre.

Echo de menos a Laura y a Sara, que han formado un tandem perfecto y que han estado acompañadas por sus madres que también han disfrutado lo suyo hasta casi formar parte del grupo.

Se acabó y de este fin de fiesta me quedo con las emociones del día 5 de septiembre por la mañana, arropada por mi comparsa, que llegó a los sones de Cristianos de Villena. Y desfilar por la Corredera acompañada de mi padre, de mi hermano y de mi sobrina a los acordes del pasodoble de Antonio Ferriz, Toni Pardo. Con la sonrisa de David y con el ruedo de bandera de Aitor. Y con la sonrisa de Carolina que ha sido feliz con un cargo que ha superado con creces sus expectativas.

Me quedo con un día 9 de septiembre marcado por la lluvia y la decepción de las primera horas, que se convirtieron en un estallido de feliz cuando el desfile continuó. Me quedo con el sonido ensordecedor de los «más importantes» -Gaspar y Gaspar junior- cuando escucharon su nombre y el de Carlos como mejores rodadores de bandera. Me quedo con la emoción Abdón, el alférez contrabandista que vio que su amigo se llevaba el premio, cuando hacía sólo unas horas estaban deshojado la margarita a cerca de quien sería el agraciado. Me quedo con su imagen, acompañado por sus padres, consciente de que las fiestas se iban y que en ellas había logrado cumplir parte de sus sueños. Abdón ya sé que te debo un artículo pero, por ahora, te vas a tener que conformar, con una fotografía junto a tu bandera que realizo Jesús Redondo.

Me quedo con el paso de los Marinos Corsarios antes de encaminarme al inicio del desfile. Con la mirada de Nuria, con el abrazo de Elena y con vista al frente de Peño intentando que no se notara como lloraba para dentro. Me quedo con todos y cada uno de los que han compuesto los cargos festeros 2018, con los mayores y los infantiles, porque de cada uno de ellos guardo un bello recuerdo.

Ahora sólo queda sacar cuentas, realizar la convivencia y cerrar así un año insuperable, aunque espero que esta historia siga aunque sea manera más anónima. Pongo punto y final al Diario de una Madrina y sí alguna vez me vuelve a picar el gusanillo de poner blanco sobre negro mis aventuras y desventuras será entonces el momento de llamarlo el Diario de una ex madrina porque mi banda ya la entregue el pasado 9 de septiembre en el balcón de la Casa del Festero.

PD: Me queda relatar la presentación de Cris, la estudiante. Fue el 1 de septiembre y en ella brilló el humor más festero. Cristina espera este momento con emoción, casi con devoción, como una niña espera la Noche de Reyes. Y hasta el escenario, donde le esperaba Job y su tio, le acompañó su madre. Allí su primer recuerdo fue para su padre, aunque no dejó que le invadiese la pena fue presa de la nostalgia más alegre que yo he visto. Cristina consiguió su ansiado colgante con el emblema de la cuchara y la gola mientras sus amigas le jalearon desde los asientos.

Y ahora sí. Punto y final.

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