Pedacitos de Navidad

  • 28 diciembre, 2018
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Pedacitos de Navidad

Marta escarba en la mirada perdida de su abuela, tratando de buscar un brillo que no sea el reflejo de las guirnaldas que parpadean al amparo del árbol; intentando detectar una señal que le confirme que sigue estando allí; que aunque ahora habite una profundidad interior de la que quizás ya no regrese, sigue siendo ella.

Introduce la cuchara en su boca con rutinaria precisión y con rutinaria precisión la anciana mastica la comida. Resulta imposible saber si come con apetito, imposible estar segura de si le agrada el sabor. Solo abre y cierra la boca y cuando termina, espera con gesto impasible a que llegue la siguiente cucharada.

En un momento dado, el televisor encendido e ignorado, les trae la inconfundible melodía del anuncio de El almendro. La cuchara se detiene en mitad de su viaje y Marta se sumerge en la evocación de un recuerdo perdido en el tiempo. Está ella y está la abuela, solo que Marta es una niña y una réplica más joven de la anciana enseña a su nieta a cocinar galletas en forma de abeto. Vuelve a casa por Navidad ameniza la velada culinaria, como lo hace también ahora, aunque las circunstancias sean bien distintas.

La muchacha vuelve del pasado y repara en el hecho de que el contenido de la cuchara se ha derramado sobre la alfombra. Se apresura a limpiarlo con una servilleta de papel. Cuando se incorpora de nuevo, se encuentra con los ojos de la abuela mirándola fijamente.

Te quiero, cariño, le dice la anciana antes de romper a llorar. Y yo también te quiero, abuela; te quiero mucho, repone Marta con la voz quebrada. Las dos mujeres se funden en un abrazo de amor y de lágrimas del que les resulta difícil desprenderse.

Cuando al fin se separan, Marta descubre con tristeza que el brillo de los ojos se ha ido y, con él, también la abuela. Se limpia las lágrimas con la manga y continúa dándole de comer. Ni siquiera está segura de si la ha reconocido, si le hablaba a ella, pero tampoco le importa. Por un momento, un efímero momento, la ha sentido cerca. Se sorprende a sí misma sonriendo mientras otro pedacito de Navidad surge del televisor.

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