Veinticinco años de jornadas

  • 5 julio, 2019
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Veinticinco años de jornadas

Aunque no tenga por costumbre hacerlo, en esta ocasión barreré para casa y hablaré sobre el acto que celebramos el miércoles 19 en La Celada para conmemorar los veinticinco años que llevamos celebrando de manera ininterrumpida nuestras jornadas culturales. Y digo que barro para casa porque, aunque lo intente, me va a costar ser objetivo sobre un centro  al que pertenezco ahora como maestro y antes (hace mucho o poco, eso según se mire), como alumno.

Obviamente, no conocí esas primeras jornadas desde la perspectiva infantil porque ya hacía mucho que lo había abandonado cuando aquellos docentes de entonces decidieron organizar un evento diferente que transgrediera el normal funcionamiento de las aulas y del centro mismo y diera, por añadidura, un enfoque diferente a la dinámica educativa.

Sí he podido conocer de primera mano como maestro esa manera diferente de enseñar y de aprender y he de decir que todo el colegio se deja invadir durante esos días de un halo de magia del que luego le cuesta desprenderse. Hay algo especial en el ambiente y en todos aquellos que formamos parte de la comunidad educativa.

Evidentemente, ni fuimos el primer centro en organizar una semana cultural ni tampoco el único. Antes que nosotros otros ya habían probado con mayor o menor éxito el formato y muy probablemente, haya centros y temas que resulten mucho más lúcidos que los nuestros. Pero al final, como todo en la vida, cada uno mira para dentro y vive lo suyo de una manera tan íntima que se le antoja lo mejor.

Es probable que ese aspecto sea el que más claro quedó en el acto, humilde pero entrañable, que se organizó esa tarde para celebrar la efeméride: la percepción de aquellos que ya se marcharon del centro por jubilación u otros motivos, de aquellos que todavía permanecemos y de esas niñas y esos niños que, a través de un vídeo, dieron su particular visión de las jornadas. Para  el recuerdo, quedan frases memorables y momentos pasados que quisieron compartir con todos los presentes aquellos profesores veteranos que durante tantos años fueron el alma de La Celada.

Decía Alcalá Zamora que la memoria parece grande por lo que muestra a través de los recuerdos, pero que es mucho más grande precisamente por lo que esconde. En los anales de estos veinticinco años de jornadas culturales quedan, como digo, muchos momentos que perduran, pero también muchos otros que, no teniendo la fortuna de haber quedado fotografiados en la memoria de quienes nos precedieron, guardan sin embargo, el mismo valor y el mismo encanto.

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