Mea Culpa

  • 31 julio, 2020
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Mea Culpa

“España es un cero a la izquierda en cuanto a educación se refiere”. Pufff..ya lo he soltado, sin más rodeos, lo he entrecomillado no porque sea una afirmación metafórica sino porque es una cita propia que suscribo yo mismo, que afirmo rotundamente, que firmo con nombre y apellidos. Partiendo de esta premisa, vamos a entonar, al unísono, un mea culpa colectivo e iniciar la sana y recomendable costumbre de “buscar culpables”, entre quienes me incluyo.

Como dice un proverbio africano: “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Pues, la mala noticia es que todos los miembros de la tribu (madres, padres, maestras, maestros, politicas, políticos…) todos tenemos la culpa que nuestro país ocupe, perpetuamente, los “primeros puestos” en todas las clasificaciones posibles, a nivel educativo, siempre que se le dé la vuelta a la tabla de clasificación y los últimos, sean los primeros. Y menos mal que no hay una liga mundial de educación sino bajaríamos a segunda división y de ahí al “pozo” de la segunda división B.

¿Los hechos? Los agravantes que hacen que los cimientos educativos ya se tambalean son variopintos: 17 libros de texto diferentes, uno por cada comunidad autónoma, en cuanto a la asignatura de conocimiento del medio; oposiciones con filtro previo para los no gallego-euskera-catalán-balear-valenciano hablantes o segundo idioma ofertado (francés) en las comunidades no bilingües. Estas son algunas de las razones, de peso, para no progresar adecuadamente más (PA+ como en los antiguos boletines de nuestra antigua EGB) al no sumar esfuerzos entre todos con modelo más homogéneo, coherente y estructurado.

¿Las posibles soluciones? Subir la nota de acceso a Magisterio a partir de 9 sobre 10, un MIR para maestros/as, reformar, de raíz, programas de formación del profesorado tales como las estancias profesionales o los profesores visitantes.

El objetivo primordial sería que ,padres y alumnos, evalúen a los maestros/as. ¿Por qué no? Somos un servicio público y el contribuyente (que para eso paga religiosamente sus impuestos) tiene todo el derecho del mundo a opinar, criticar , expresar sus quejas y propuestas de mejora.

Siempre he considerado que una variable válida para poder evaluar la salud cultural de un país en particular es echar un vistazo al ranking de Premios Nobel que ostenta. Pongamos un ejemplo para apoyar mi razonamiento: Suiza tiene 26 premios Nobel; España 8. (los lectores futboleros dirán “sí pero nos ganaron en el Mundial 1-0 y luego fuimos nosotros quienes levantamos la Copa del Mundo”)

La comparativa empeora cuando comparamos las poblaciones de ambos países. Nuestros queridos helvéticos contabilizan 8 millones de personas mientras que nosotros somos unos 47 millones. La regla de tres es sencilla: deberíamos tener 153 Premios Nobel (lo cual nos situaría en el segundo escalón del podium Nobel tras EEUU). El quid de la cuestión sería destinar más presupuesto a I+D+I y pensar en la ciencia como algo, a largo plazo, que no entienda de ciclos políticos.

En el mundo de la política no hay consenso ni pacto alguno posible. Lo que impera es la política “de trincheras”, la táctica del “y tú más” y la estrategia de no reconocer los aciertos del adversario (enemigo diría yo) y cada 4 años “borrón y cuenta nueva” porque sí. No reciclamos nada en materia educativa porque me tildaran de progre o de conservador…así que pese a que considere que hay trazos, borradores e incluso proyectos interesantes de mi antecesor político…pongo la “desbrozadora educativa” en marcha y escribo el título de un nuevo trabalenguas: LGE; LOECE; LODE; LOGSE; LOPEG; LOCE; LOE; LOMCE; LOMLOE… un verdadero trabalenguas a la altura de “tres tristes tigres comen trigo en un trigal”.

En un país de rojos o azules, de Barça o Madrid , el pacto educativo parece imposible porque esos polos opuestos no se atraen en absoluto y, por lo tanto, no encuentran lugar para el diálogo, el consenso o el sentido común como el más común de los sentidos. La clave (de sol) para poder iluminar el itinerario educativo más adecuado debería ser la despolitización de la educación e instituir una especie de “sanedrín” de personajes destacados en todos los campos que abarca la educación y así conformar una real academia de la educación. Que este “consejo de sabios” se convirtiera en un órgano consultivo para concebir, promulgar, desarrollar, ampliar y mejorar todas las reformas educativas.

Los políticos también tienen deberes. ¿De verdad resulta tan difícil de cumplir que el ministro de educación sea maestro, que el de sanidad sea médico o el de justicia juez? Por otra parte, ¿podríamos dejar de hacer el ridículo por el mundo mundial con la verborrea, pronunciación y acento de nuestros apreciados políticos a la hora de expresarse en la lengua de Shakespeare? A ver, no pedimos que sean Richard Vaughan pero al menos…Muzzy ¿no?.

Por último, también hay parte de culpa (un tercio del pastel educativo) para los padres/madres de los niños/as. En el ámbito familiar, en la mayoría de los casos aunque sin caer en topicazos o generalizaciones, la televisión suele ser Dios y el móvil es su profeta. Este binomio catatónico trabaja como un canguro digital que nos ahorra llantos, berrinches y demás “música celestial” para nuestros oídos. Aunque, en contrapartida, nos hace perdernos sonrisas perfiladas, miradas cómplices o gestos memorables de nuestros queridos hijos/as.

Ponemos, en piloto automático, la autovía digital y capítulo tras capítulo, bombardeo de pixel constante, brillo de pantalla sin atenuación y , casi sin darnos cuenta, nuestros peques están “enganchados” al triunvirato tv-móvil-tablet.

Si miramos ,a corto plazo, tendremos “zombis digitales”. Si lo hacemos a medio-largo plazo las consecuencias serán muy preocupantes: obesidad, sedentarismo o comportamiento antisocial entre otros “beneficios”.

Pero bueno, no tenemos de qué preocuparnos, porque como dijo Bart Simpson: “no dejes para mañana lo que puedas hacer…pasado mañana.” Y si se trata de educación… mejor tras pasado mañana.

Carlos Navarro Valiente

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