Lo que importa (y lo que no)

  • 1 abril, 2016
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El miércoles entrevistaron a Antonio Banderas en El hormiguero. Siempre he tenido al actor malagueño por un tío simpático; campechano sería el adjetivo más recurrente. Sin embargo, en la entrevista descubrí a una persona lúcida, con las ideas muy claras y muy claro también en sus argumentos. Cuando se le preguntó por la situación política en España, su respuesta vino a ser un consejo: “hay que dejar de estar pendientes de los encuentros y desencuentros entre nuestros políticos, porque eso no es lo importante; lo importante es leer un buen libro, ver una buena película o, simplemente ir al parque con tu hijo”.

Aunque la clase política se empeñe en hacernos creer, probablemente porque así lo necesita, que son lo importante y que nuestras preocupaciones y desvelos deben centrarse en su tragicomedia triste y continua, la realidad nos demuestra a diario que podemos y debemos centrar nuestras vidas en muchas otras cosas cotidianas que son las que verdaderamente les dan sentido.

 Hace mucho que sigo el consejo de Banderas, ya que lo suscribo hasta la última coma; de ese modo, en lugar de dedicarme a asistir al bochornoso espectáculo que nos ofrecen un día sí y otro también nuestros políticos, prefiero tomar un libro entre mis manos y perderme en el dulce aroma de sus palabras. Cada vez que alguien enciende la tele, me voy a leer un libro, que dejaría dicho Groucho Marx.

O me decido por disfrutar de una buena película. La última, En el corazón del mar, la historia real del barco ballenero en el que se basó Herman Melville para escribir Moby Dick. Evidentemente, no es una obra maestra del séptimo arte que trascenderá en el tiempo -tampoco lo pretende-, pero supone un buen rato de divertimento que evoca, en algunos pasajes, a las viejas películas de aventuras. 

Pero también opto por acciones a priori más mundanas, aunque necesarias y fundamentales para nuestra existencia como salir a pasear con la familia. En estos días de fiesta, le hicimos una visita a la isla de Tabarca. Había estado antes, con el colegio, pero en esta ocasión, descubrí matices en ella que me permitieron apreciarla de una manera distinta. Me pareció un lugar encantador, casi mágico, que prometo volver a visitar en el futuro. 

La felicidad, no está en lo que se tiene, sino en saber distinguir de, entre todas esas pertenencias, aquellas que son relevantes; y, sobre todo, saber apreciarlas. No dejemos que se salgan con la suya aquellos que pretenden ser los protagonistas de nuestras vidas; en todo caso, son ellos los que nos necesitan a nosotros. 

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